La poderosa dama de la diadema muestra su rostro 4.000 años después

Un equipo de arqueólogos anunció en marzo el descubrimiento de una tumba de hace 3.700 años en La Almoloya (Murcia), en la que yacían un hombre y una mujer con un valioso ajuar. Entre las piezas de plata destacaba una diadema que perteneció a la dama, lo que sugería su poder y estatus. En la sociedad de El Argar, sofisticada, urbana, marcada por la desigualdad económica y con las características de un estado avanzado, ellas también mandaban, aunque todavía no se sepa hasta qué punto. Ahora, una nueva investigación ha conseguido poner rostro a cuarenta individuos de esa población antigua, incluida la gran señora.

«Sentí un escalofrío, fue de auténtico impacto». La arqueóloga Cristina Rihuete reconoce que se impresionó cuando vio con sus propios ojos el rostro de la mujer con su diadema y sus dilatadores encima, tal y como debió de aparecer cuando estaba viva.

«De alguna manera, esta señora destacaba cuando llevaba esas joyas puestas. Debía de impresionar cómo brillaba y cómo sonaba», señala la investigadora del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Esta ‘resurrección’ ha sido posible gracias a la recreación en imágenes llevada a cabo con una refinada metodología científica, sin concesiones al arte ni a la subjetividad, a partir de los cráneos recuperados en los yacimientos de La Almoloya y La Bastida. Es el trabajo de la investigadora Joana Bruno, cuyo objetivo final es conocer si las similitudes físicas de los individuos, eso que de forma coloquial llamamos ‘aire de familia’, pueden indicar de forma fiable sus relaciones de parentesco. Y parece ser que así es. Sus conclusiones fueron confirmadas por los datos de una reciente investigación en la que se obtuvo el genoma completo de 136 individuos argáricos. [Lee aquí sobre el estudio genómico].

Lejos de la fantasía de CSI
Los estudios de antropología que recrean caras a partir de cráneos se hacen desde los años 70, creados en un principio para identificar a personas desaparecidas. «Lo que ocurre es que en los últimos tiempos se han hecho muchas concesiones a lo artístico. Y Bruno ha empleado la máxima certidumbre científica posible, de forma que cualquiera que use los mismos protocolos llegará al mismo resultado», asegura Rihuete, quien ha dirigido su tesis doctoral. «Nada que ver con lo que hacen en los programas tipo CSI, en los que hay tantísima fantasía. A los que hacemos antropología forense nos destroza, porque parece que todo es fácil… ¡Y no lo es!», subraya.

Para llevar a cabo el estudio, Bruno y su equipo digitalizaron los cráneos mediante un escaneado láser de alta resolución en 3D. Sobre esos modelos, añadieron capas de músculo y otros tejidos blandos, todo ello con una refinada metodología para obtener el aspecto más probable. Por ejemplo, una serie de fórmulas indican el grosor del labio o de la nariz según la edad, el peso… No hay fórmula para los lóbulos de las orejas, así que en ese caso se optó por hacerlos todos iguales para que no haya margen a la interpretación. Tampoco se les añadió pelo. Hasta ahora, han obtenido representaciones de los rostros de 22 mujeres, 16 hombres y dos niños argáricos, el mayor número realizado en un solo yacimiento prehistórico hasta la fecha.

Pero no solo se trata de ver los rostros, también de conocer la relación de parentesco entre ellos. «El planteamiento se sitúa en la frontera del conocimiento», asegura Rihuete, ya que trata de objetivar similitudes entre los individuos que puedan indicar una consanguinidad. Para ello, los investigadores se han fijado en aquellos rasgos para los cuales la genética ha demostrado que hay una alta tasa de heredabilidad. «Y las relaciones que Bruno proponía -que aún no pueden revelarse- han sido correctas. Los análisis genéticos los han validado», agrega. Para Rafael Micó, investigador también de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), «esto podría abrir una nueva vía para abordar la reconstrucción de las relaciones de parentesco en las sociedades prehistóricas, tradicionalmente ‘invisibles’ u ocultas a la investigación arqueológica».

Barbilla retraída

Las recreaciones muestran «caras que nos parecen antiguas, ajenas a nosotros -describe Rihuete-. Nada que ver con las que intentamos recrear habitualmente, esas chicas de aire caucásico, con pómulos marcados y labios carnosos». Las mujeres parecen enjutas, tienen rasgos marcados y las ya conocidas narices argáricas, aguileñas e importantes. Llama la atención un caso de hipertelorismo en uno de los niños (ojos separados de forma excesiva), que puede indicar diferentes síndromes y enfermedades, y una curiosa característica extendida: la barbilla retraída, cuyo origen puede ser genético o por la costumbre infantil de chuparse el dedo. «El retrognatismo es una característica poblacional. Es sorprendente ver diferentes grados tanto en La Bastida como en La Almoloya», señala Rihuete.

Bruno, que es arqueóloga e ilustradora científica, ha conseguido traer estos rostros de hace 4.000 años, pero nadie va a discutirle el parecido, así que ahora quiere poner a prueba su método con gente actual. Hacer la réplica del rostro de personas que por diferentes motivos tiene una tomografía computarizada de su rostro. Y, con su consentimiento previo, hacerlo a ciegas, sin conocerlas, para ver después si coincide el modelo con el aspecto de la persona real. Ese sería el último paso de un estudio que ha puesto rostro a una gran señora.

ABC