Los dos nuevos “Bejarano” de AMLO

Carlos Loret de Mola

Cuando se fundó Morena, sólo tres de sus dirigentes fueron designados por aclamación: Andrés Manuel López Obrador como presidente del partido, Alejandro Esquer como tesorero y Gabriel García como secretario de organización. El primero se convirtió en presidente de México. Los otros dos —sus íntimos operadores— aterrizaron en Palacio, y en los últimos días fueron salpicados en el escándalo del Carrusel de Cash con el que se movieron ilegalmente más de 40 millones de pesos en efectivo: Esquer aparece en video con fajos de billetes con ligas en una sucursal bancaria donde se hizo el carrusel de depósitos y García es el jefe directo de varios de los que se formaron una y otra vez para hacer operaciones hormiga en cuestión de minutos y tratar de esquivar las leyes antilavado de dinero.

Por eso los videos del Carrusel de Cash enojaron tanto al presidente López Obrador. Por la cercanía de los involucrados. Porque manchan a dos de su círculo más íntimo y al mantenerlos impunes, sale manchado él.

Según distintas fuentes de primer nivel, millones de ese Carrusel terminaron en las campañas de Morena en 2018, y concretamente, en la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Aseguran que todo el manejo del cash se realizó en la oficina de Gabriel García, en la calle de Mérida 233, colonia Roma de la Ciudad de México, muy cerca de la casa de transición de López Obrador en la calle de San Luis Potosí. “Ahí se repartía el dinero a los operadores de Morena”, me dice una de las fuentes. Se recibían los donativos por el sismo de 2017 —la mayoría de los involucrados son colaboradores de Gabriel García que sacaban el dinero en efectivo— y se desviaban a discreción para tareas partidistas.

El testimonio de otra fuente ejemplifica cómo aterrizaron en las campañas los millones del Carrusel de Cash: un operador en la Ciudad de México recibía 100 mil pesos de apoyo para el terremoto, firmaba un recibo y conseguía a algún vecino, conocido suyo, que tuviera una casa dañada, le tomaba una foto, les daba unos pesos, le hacía firmar como si hubiera recibido todo el dinero, pero el grueso de ese dinero lo usaba el operador para armar las estructuras del partido de cara a las elecciones. Así querían evadir impuestos, evadir las leyes antilavado de dinero y evadir la fiscalización del INE.

Cuentan las fuentes que Gabriel García siempre consideró a Alejandro Esquer una especie de padrino político. Pero se fueron distanciando cuando el ahijado no siguió las instrucciones y operó para volverse el secretario de organización de Morena. Esquer quería a alguien más, pero García hizo los amarres necesarios y logró imponerse. En los pasillos morenistas se decía que el alumno había arrinconado al maestro: Esquer se había quedado con una oficina, y García con toda la estructura obradorista. Cuando llegaron al gobierno, la diferencia fue aún más ácida, pues Esquer cobró venganza: le redujo a García su oficina en Palacio, la volvió dependiente de la Secretaría del Bienestar (en vez de depender del propio presidente) y bloqueaba que sus cercanos participaran en el templete con López Obrador en los actos de gobierno.

El Universal