Fuga de capitales, Banamex se vende, ¿y el secretario de Hacienda?

Salvador García Soto

El de ayer fue un martes negro para México en términos económicos. Al difícil arranque del 2022 con inflación al alza, gasolinas más caras y aumentos disparados en alimentos más básicos, se sumaron ayer dos anuncios que agudizan la percepción de una economía en problemas: primero, el Inegi informó por la mañana de una fuga de capitales histórica, con 257 mmdp que salieron del país en el 2021 por desconfianza, algo que no se veía desde 1991; y para la tarde, lo que empezó como rumor en medios financieros se confirmaba: CitiBanamex, el tercer banco más grande de México y uno de los más antiguos del sistema bancario, sale del mercado y pone en venta su marca, activos, sucursales y hasta su patrimonio cultural.

¿Qué están viendo los inversionistas extranjeros en México que ya no les inspira confianza? La pregunta tendría que estar siendo planteada y respondida en estos momentos en el gabinete económico del presidente López Obrador, en donde no pueden ignorar dos señales tan contundentes de incertidumbre y desconfianza en la situación actual y el futuro económico del país.

Lo más preocupante es que en ninguno de esos anuncios, al menos hasta ayer, figuraba la opinión del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, que nada había dicho hasta el cierre de esta columna de dos noticias tan preocupantes y dañinas para la imagen del país como destino de inversiones que evidentemente recaen en el ámbito y la responsabilidad del responsable de las finanzas nacionales.

El brillante economista del sector privado se ha visto muy poco desde que está en el cargo. En siete meses que lleva en el cargo ha tenido muy pocas apariciones públicas y poco se sabe de si está operando con empresarios, inversionistas y con los bancos. Ha sido tan ausente de la escena pública Ramírez de la O, que lo más que se recuerda de él en estos meses fue su presencia en una gira de trabajo por Oaxaca a donde lo llevó de invitado el Presidente el pasado 30 de noviembre y donde lo presumió como “un secretario que tiene vinculación con el pueblo”, a pesar de que el mismo López Obrador dijera que su secretario de Hacienda “no acostumbra salir de su oficina” y que esa gira había sido “mucho pueblo para él”.

La otra aparición importante la tuvo en septiembre del año pasado en un evento virtual de la agencia Moody´s en el que el secretario de Hacienda mexicano habló ante inversores para reconocer que las acciones del gobierno de López Obrador “no han sido suficientemente bien percibidas” y anunciar que para la segunda mitad del sexenio habría “un cambio de narrativa” y un paquete de obras y proyecto de infraestructura que se podrán terminar antes de 2024”.

Fuera de esporádicas apariciones, el secretario Ramírez de la O ha parecido más bien ausente del escenario público. Incluso entre algunos miembros del gabinete se habla de “un vacío en el área económica” y se cuestiona que, tras la salida de Alfonso Romo de la Oficina de la Presidencia, desde diciembre de 2020, nadie ha asumido el papel de interlocutor entre el gobierno y los empresarios, algo que tampoco se ha notado en los siete meses del actual titular de Hacienda.

Si bien este ha sido un gobierno que ha mantenido hasta ahora la disciplina y la estabilidad en las finanzas públicas, también es cierto que la economía no ha sido, con mucho, la mayor fortaleza de esta administración. La primera mitad de este sexenio pasará a la historia por sus malos indicadores económicos: desde la caída más profunda en la inversión pública, hasta la peor crisis económica del último siglo, sin dejar de mencionar la disminución en la recaudación fiscal que cayó 89.9 mmdp en 2020 y no se ha recuperado del todo hasta el cierre del 2021. Si a eso se suman datos del crecimiento de la deuda pública en los primeros tres años de gobierno para llegar a representar 51.5% del PIB, un porcentaje que no había alcanzado ningún gobierno anterior, es claro que no vamos tan bien en materia económica como lo afirma el discurso oficial.

Y en todo ese contexto, cuando el Covid nos vuelve a golpear fuerte con su variante ómicron y se producen anuncios tan preocupantes como una fuga de capitales récord o la salida de un banco que llegó a ser el más grande del país del mercado, tenemos un secretario de Hacienda con grandes credenciales financieras y académicas que presume su jefe el Presidente, pero que por alguna razón extraña ha decidido dejarse ver y sentir poco. No parece la mejor señal ni la mayor certeza que en tiempos turbulentos, cuando se necesita un piloto que saque a flote a la economía del país, nos estemos preguntando ¿Y dónde está el piloto-secretario?

Será el sereno o será que la imagen y la escena de ayer fue tan fuerte, cuando la hija de Alejandra Morán se postró ante los pies del presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, para suplicar justicia para su madre, pero el hecho que es que ayer, en medio de cierto sigilo, el amparo interpuesto por la defensa de la señora Morán, presa desde hace más de un año por acusaciones del fiscal Alejandro Gertz Manero, fue finalmente turnado a la ponencia del ministro Alberto Pérez Dayán. Y es que de manera extraña, el turno de ese amparo, del cuál depende la situación jurídica y penal de la familia Morán, había sido retenido por la oficina de la Presidencia de la Corte, que retrasó su análisis y discusión sin un argumento claro y transparente. Por eso es interesante que, tras las protestas y súplicas de justicia de los nietos de Laura Morán, que enfrentó el ministro Zaldívar el lunes en la Ibero, el caso se haya movido finalmente en la Suprema Corte y se vaya a comenzar ya el análisis de ese amparo por parte del ministro Pérez Dayan. No fueran a pensar que el ministro presidente quería proteger a su amigo y ahora aliado, el fiscal Gertz Manero…De todos los funcionarios que estuvieron en contacto con el presidente López Obrador antes de que se conociera su resultado positivo de Covid, solo algunos se hicieron prueba y lo informaron públicamente. Fue el caso del procurador del consumidor, Ricardo Sheffield, quien ayer mismo informó que dio negativo a su prueba; sin embargo otros, como el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, emulando la terquedad del Presidente, dijo que “me siento bien y no me haré prueba hasta que tenga síntomas”. La paradoja es que ayer mismo el subsecretario Hugo López-Gatell, quien por cierto reapareció tras una semana de ausencia, por una supuesta “gripita”, decía que al menor indicio o síntoma lo recomendable era “aislarse y no es necesario hacer pruebas”. La realidad es que este gobierno no tiene o no quiere gastar recursos en pruebas, nunca lo quiso, y ahora justifica su equivocada política pidiéndole a la gente que no se haga la prueba del Covid. Veremos si varios de los secretarios que estuvieron en contacto directo y cercano con el presidente López Obrador cuando ya tenía Covid, no terminan contagiándose y contagiando a otros como lo pudo haber hecho el Presidente, pero no lo sabremos hasta que presenten síntomas, porque ellos no creen en las pruebas, como tampoco creían en el cubrebocas… Los dados mandan Escalera. Mejora el tiro.

El Universal