La gran transformación de López Obrador

Leo Zuckermann

En la película ¡Adiós a Lenin!, la protagonista es una orgullosa socialista que vive en la República Democrática Alemana. Un día cae en coma y se despierta ocho meses después cuando ya cayó el Muro de Berlín, su país no existe y está en pleno proceso de unificación con la otra Alemania. El capitalismo ha ganado. Lenin ha sido sustituido por la Coca Cola. Estamos hablando de una enorme transformación, pacífica, en muy poco tiempo. Es lo que pretendía López Obrador. ¿Lo ha logrado?

Vamos a suponer que un lopezobradorista de hueso colorado hubiera caído en coma en mayo de 2018, antes de las elecciones, y hubiera despertado hoy. ¿Realmente vería una gran transformación como la prometida?

En primer lugar, desde luego, celebraría que AMLO fuera el Presidente. Por fin, después de tres intentos, se les habría hecho llegar al poder.

Le encantaría la decisión del Presidente de hacer de Los Pinos un espacio público para trasladarse a despachar a Palacio Nacional. Le sorprendería, sin embargo, la decisión de mudarse a vivir a este inmueble.

Aplaudiría que el jefe del Ejecutivo ya no viajara en avión privado, sino en vuelos comerciales en clase turista. Pero no entendería por qué sigue ahí el TP-01 estacionado en el hangar presidencial costando más de 100 millones de pesos anuales en mantenimiento.

Más allá del cambio en los símbolos del poder, el comatoso recuperado evaluaría los resultados reales de la llamada “Cuarta Transformación”.

¿Se ha separado el poder económico del político?

Eso dice el Presidente, pero nuestro personaje observa que los grandes magnates de México siguen yendo a Palacio Nacional y todos salen muy contentos. A pesar de la crisis por la pandemia del covid-19, a los grandes empresarios les ha ido bien durante este sexenio. El hombre más rico del país sigue siendo el hombre más rico del país y es uno de los candidatos que el Presidente ha nominado para comprar uno de los bancos más grandes, propiedad de los estadunidenses, que está a la venta.

¿Y la economía cómo ha ido en el periodo en que estuvo en coma?

Tan pronto como AMLO decidió cancelar la construcción del aeropuerto en Texcoco, todavía como Presidente electo, los inversionistas le perdieron la confianza. Era, sin embargo, una promesa de campaña, así que no podía haber sorpresas.

Pero el gobierno federal no ha hecho nada para incentivar la inversión privada. Y la poca pública que hay, la ha reducido. Ergo, la economía cayó en 2019, se derrumbó en 2020 por la pandemia y en 2021 tuvo una recuperación lenta. El hecho es que el tamaño del PIB nacional hoy es más chico que cuando el recuperado entró en coma. No se ha cumplido, pues, la promesa de crecer al 4% anual en promedio.

Y hay cuatro millones más de pobres. Ahí están los mismos de siempre en las esquinas de las ciudades vendiendo chicles, limpiando coches, solicitando limosnas a pesar que el gobierno ha repartido miles de millones de pesos en transferencias en efectivo a millones de mexicanos.

¿Y la violencia?

Pues ahí sigue. Cien homicidios diarios en promedio por día. Los abrazos en lugar de balazos no han funcionado.

Peor aún, y esto es lo que más sorprende al comatoso, la alianza que ha establecido el Presidente con los militares. En lugar de regresarlos gradualmente a sus cuarteles, como había prometido, ahora los soldados y marinos están metidos hasta en la sopa.

No sólo controlan ya la seguridad pública en todo el país, sino que realizan más de 200 actividades gubernamentales que le correspondían a los civiles como la construcción y operación de aeropuertos, trenes y sucursales bancarias, la distribución de medicinas y la gestión de aduanas y puertos.

¿La izquierda abriéndole las puertas del gobierno a los militares?

Eso sí sorprende e impacta al comatoso recuperado. No lo entiende, por más que AMLO diga que los soldados son pueblo uniformado.

Nuestro personaje tampoco comprende los ataques del Presidente a las feministas, los ecologistas, los activistas de los derechos humanos, los científicos, las clases medias y los universitarios que tanto lo apoyaron en su carrera política desde 2006. O cuando ve que defiende a personajes como Manuel BartlettFélix Salgado Macedonio o Pedro Salmerón. ¿Dónde quedó la decencia del activista social de tantos años?

“¿Por qué al Presidente lo dominan más sus demonios que sus buenas intenciones?”, se pregunta el comatoso recuperado, que sí observa una gran transformación, pero no en el país, sino en el López Obrador cuando era candidato y hoy es Presidente de México.

Excélsior