Pobreza y deshonra

Jorge Flores

Es mejor la pobreza que la deshonra
Andrés Manuel López Obrador

La pobreza y la deshonra no hay forma de encontrarlas deseables ni de definir las cualidades que hagan mejor a una de la otra. Se trata, en todo caso, de una aberración retórica, palabras de un pastor en su afán de alejarnos del pecado y encaminarnos a la santidad de la pobreza. El único problema, como siempre, es que el pastor sabe que en la deshonra de la riqueza se vive mucho mejor y no predica con el ejemplo.

Ahora estas palabras parecen proféticas, en Houston, el hijo de López Obrador dio deshonra a toda la familia presidencial, y no es por ser ricos o la vida de lujos, de eso los mexicanos ya estamos curados de espanto, la deshonra está en la demolición total del discurso del pobrismo del presidente. Se acabó, no hay más.

Ahora es el pastor que fue descubierto con sus fabulosas riquezas, con sus hijos en el lujo y boato mientras exigía a sus parroquianos vivir en la pobreza y disfrutar la plenitud del alma en ausencia de cualquier aspiración material, mientras ellos se regocijan en la deshonra de la riqueza.

Como veracruzano sabemos que para llegar a Houston hay dos rutas: la de “merezco la abundancia” de los Duarte Macías y; la de “es mejor la pobreza que la deshonra” de los López Beltrán. Las dos llegan, como destino irremediable, a mansiones de lujo en Houston. La primera adorando la riqueza, la segunda, amando la pobreza. Las dos, resultado evidente de corrupción.

En México, nuestro sistema ideológico revolucionario elevó a rango de aspiración moral la pobreza, la relacionamos con todo lo bueno y deseable. Mientras la riqueza siempre es producto de la ambición desmedida, avaricia enferma, acaparamiento y la crueldad despiadada. Es comprensible, estamos extraordinariamente bien programados para reaccionar así, son muchos años del mismo discurso oficial. Somos, como sociedad, muy sencillos y manipulables intelectualmente.

No nos gusta que la riqueza sea producto del esfuerzo, tenacidad, preparación, trabajo y otras cualidades positivas, eso destruye nuestra autovaloración. Preferimos justificar nuestro fracaso en la riqueza como resultado de la avaricia y la corrupción. Somos pobres pero honrados, pobres pero decentes, siempre es mejor la pobreza que la deshonra.

Claro que hay riqueza mal habida producto de la ilegalidad y en muchos casos de la corrupción gubernamental, por supuesto que existe, pero de eso a relacionar cualquier riqueza a la deshonra es una idiotez, pero peor es eso de la pobreza como la sublimación de la honra. Ni todos los ricos son la maldad encarnada ni todos los pobres son la bondad celestial. El mundo es un poco más complejo y sofisticado.

El discurso del pobrismo lo habíamos dejado de escuchar en México por algunos años, ahora regresa con renovados ímpetus, la consecuencia ya es evidente, el gobierno no tiene la menor intención de crear riqueza, lo que obtendremos será pobreza. Recuerden, no hay sorpresa, solo sorprendidos.

Siempre es preferible el discurso del esfuerzo, trabajo y preparación, ese es el camino lento, largo y desesperante de la riqueza, pero ningún político gana una elección prometiendo esfuerzo, sacrificios y preparación. Lo que quiere escuchar el votante es que somos pobres porque el rico es rico. Ahí están los treinta millones de votos.

Es mejor la pobreza que la deshonra.

Claro, en Houston no hay pobreza, solo deshonra.

Unos por creer merecer la abundancia y los otros por deshonrar su palabra.

Houston los iguala.