El punto de Arago

Eric Rosas

A inicios del siglo XIX prevalecía la teoría corpuscular para explicar la naturaleza de la luz, sobre todo debido a la enorme influencia que la genialidad del pensamiento de Isaac Newton ejercía todavía sobre gran parte de la comunidad científica de Europa. Sin embargo, fue casi para finalizar la segunda década esa naciente centuria, concretamente en 1818, cuando Augustin Jean Fresnel propuso un nuevo modelo basado en el principio dado por Christiaan Huygens —que asegura que los puntos del frente de una onda primaria se constituyen en fuentes de incontables ondas secundarias, cuya envolvente se convierte en el nuevo frente de onda trasladado— para explicar la difracción de la luz; como se le conoce al conjunto de fenómenos que suceden cuando ésta se encuentra en su trayecto con algún objeto que obstaculiza su paso y la obliga a fragmentarse para superarlo.

Cuando Fresnel presentó su teoría ondulatoria ante un jurado ex profeso constituido por la Academia de Ciencias de Paris, uno de los integrantes, Simeón Poisson, intentó rebatir su validez, pues él era un convencido de que la luz estaba formada por los pequeños cuerpos teorizados por Newton. Bajo la lógica de una propagación corpuscular, los haces luminosos pueden concebirse como líneas rectas y, en tal caso, cuando la luz se topa con una pantalla circular, ésta sólo puede pasar más allá del borde de la circunferencia; proyectando por ello una sombra también con forma de círculo. Sin embargo, Poisson razonó que, si la luz estuviera formada por ondas, como lo sugería Fresnel, entonces los rayos de luz podrían reemitirse en todas direcciones a lo largo de la circunferencia del obstáculo y todas las ondas resultantes quedarían a la misma distancia del centro de la sombra circular, con lo que se interferirían constructivamente en ese punto, que debía aparecer brillante.

Aparentemente tal punto brillante en el centro de la sombra era un argumento en contra del modelo ondulatorio de la luz, pero François Jean Dominique Arago, quien nació el 26 de febrero de 1786, puso manos a la obra y diseñó con sumo cuidado el experimento concebido por Poisson. El resultado fue que, efectivamente, en el centro de la sombra que se proyecta cuando la luz incide sobre una pantalla circular se genera un punto brillante, por tanto, lo que Poisson suponía que sería un contra ejemplo, terminó sirviendo como una sólida demostración de la validez de la teoría ondulatoria para la naturaleza de la luz.

Ahora se sabe que dicho punto brillante fue observado por Giacomo Filippo Maraldi casi cien años antes, pero a partir de su realización experimental éste se conoce como el Punto de Poisson o el Punto de Arago… y así, la luz se ha hecho.