Cuando la cultura se convierte en un objetivo bélico

No es extraño que las artes y la cultura sean atravesadas por los conflictos políticos y armados. Tampoco lo es que se conviertan en otros tantos escenarios que (como en el caso de la guerra, las invasiones armadas o las guerras civiles) adquieren carácter de oposición irreconciliable entre enemigos, señala Alejandro Peña, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Como sabemos, agrega, esta oposición implica una actitud radical de aniquilación del otro. “Así, el arte (arquitectura, literatura, música, cine, etc.) del otro se convierte en un objetivo (un blanco) en la dinámica bélica, incluso como un símbolo –estéticamente peligroso– del enemigo”.

Considera que las adscripciones nacionales de las manifestaciones artísticas (“arte ruso”, “arte ucraniano”) se convierten en generalizaciones útiles para la conformación de bandos políticos supuestamente claros, pero que no ayudan a distinguir los matices y los posicionamientos estético-políticos concretos de los artistas y sus obras. “Como se sabe, muchas de esas expresiones culturales tienen una orientación crítica respecto de sus propias realidades nacionales. Las prohibiciones, boicots y censuras en los ámbitos de la cultura y las artes, que si bien tienen su sentido en términos políticos, realizan una peligrosa extensión de la barbarie de la guerra. Es un peligro de aniquilación o negación de expresiones estéticas intensamente humanas, lo cual implica un empobrecimiento cultural en ambos bandos y, en general, del ambiente cultural internacional. Implica, una vez más, el riesgo de la derrota del espíritu de apertura y comprensión del otro”.

Academia rusa afectada
Marion Lloyd, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, indicó que docenas de universidades de Estados Unidos están congelando programas académicos y colaboraciones científicas con sus colegas en Rusia, en un intento por castigar a Putin. “Entre las más destacadas están el Instituto Tecnológico de Massachusetts, la Universidad de Michigan y el Boston College”.

Además, un creciente número de instituciones, como las universidades de California, Colorado y Yale, están retirando inversiones en compañías rusas, que habían formado parte de los portafolios de sus fondos de retiro. Varios gobiernos estatales también han pedido a sus universidades retirar inversiones de empresas rusas”.

En Europa, agregó, Alemania ha frenado todas sus colaboraciones científicas con universidades rusas, mientras que algunos otros países de la Unión Europea están considerando tomar medidas similares. “Sin embargo, algunos críticos han avisado que no es justo castigar a los académicos rusos por los pecados de su presidente, y que tales medidas podrían ser contraproducentes. Por otro lado, los gobiernos han dado señales mixtas, ya que por un lado han cancelado convenios de colaboración entre instituciones, pero por otro están pidiendo a sus académicos seguir con sus colaboraciones de forma individual”.

Es un tema complicado, precisa, “ya que están en juego proyectos de investigación en temas urgentes, como la lucha contra Covid-19 o el cambio climático, entre otros, sin hablar de la pérdida de millones de dólares que ya se han invertido en estos proyectos”.

Gaceta UNAM