Un baño cotidiano de sangre

Héctor De Mauleón

Se acababa de reportar una persecución. Dos unidades de la Guardia Nacional se dirigieron hacia el kilómetro 176 de la carretera Querétaro-San Luis Potosí. De acuerdo con la tarjeta informativa que se rindió después, se trataba de las unidades 18385 y 21929.

Era la madrugada de este martes (5 de abril). Las fuerzas federales detectaron que sobre la lateral de la carretera 57, a la altura del municipio de Zaragoza, en San Luis Potosí, había tres camionetas estacionadas: una Lincoln gris, una pick up negra y una Pontiac Torrent, también de color negro.

Al divisar las unidades de la Guardia, indica el reporte, los tripulantes de estos vehículos descendieron, disparando. La unidad 18385 recibió 23 impactos. A bordo de esta viajaba el inspector Gustavo de la Rosa, quien murió prácticamente acribillado a quemarropa. Un subinspector resultó herido.

Los guardias pidieron refuerzos. Varios traileros que surcaban la 57 reportaron los hechos. Los agresores se dieron a la fuga.

Unas horas antes, el pánico se había desatado en otro municipio potosino, Tamazunchale, cuando un convoy de la delincuencia organizada, integrado por cinco vehículos, uno de ellos blindado, irrumpió en la cabecera municipal y recorrió, sin que ninguna autoridad lo impidiera, las calles principales del centro.
Videos captados por choferes y automovilistas registraron la llegada a la ciudad de hombres vestidos con chalecos tácticos, que bajaron de los vehículos y exhibieron armas largas.

El gobernador de la entidad,  Ricardo Gallardo Cardona, de quien se han hecho públicos supuestos nexos con el crimen organizado, así como el aumento inexplicable de su fortuna personal (de hecho, antes de llegar al cargo, pasó una temporada en prisión), intentó calmar a la población informando que el convoy “solo” había entrado “a hacer sus viáticos”, ya que iba de paso “hacia Hidalgo y Veracruz”.

“Y como no vieron presencia policiaca, pues entraron a hacer sus viáticos. Le pudo pasar a cualquier municipio que esté de pasada…”, justificó.

Tamazunchale quedó desierto al día siguiente, con escuelas cerradas “por situaciones extraordinarias” y negocios que prefirieron no abrir sus puertas. Acababan de ocurrir dos ejecuciones. En una de ellas le vaciaron a un hombre la carga completa de un arma.

La violencia lleva más de dos años disparándose en el estado. El 5 de octubre de 2020, 13 cuerpos fueron encontrados en una carretera limítrofe con Zacatecas. En la camioneta donde los abandonaron alguien escribió en el parabrisas que eso era lo que iba a pasarle “a todas las Jaliscas”.

Aquel era un mes de horror: en solo dos días de octubre aparecieron en Vanegas nueve cadáveres encobijados, maniatados, torturados.
Al mes siguiente, hubo en el estado 46 homicidios en un solo fin de semana.

El arco de la muerte ha llegado a 2022 en un estado en el que el Cártel del Golfo, el Cártel del Noreste, el Cártel Jalisco Nueva Generación, Los Talibanes y el Cártel San Luis Nueva Generación se disputan a tiros, torturas y descuartizamientos el paso hacia Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.

Desde enero de este año arreciaron las ejecuciones en todos los puntos de la entidad.

El 6 de ese mes, hombres armados fueron detectados en un domicilio de Río Verde. Tras un violento enfrentamiento en el que fue preciso derribar las paredes con un vehículo blindado, murió el subdirector operativo de la Policía de Investigación. Tres pistoleros perdieron la vida durante el tiroteo.

El día 8, en la capital, balacearon a tres personas a las puertas de un domicilio. Al día siguiente cuatro hombres que se hallaban en un comercio de cerveza fueron acribillados desde un vehículo en movimiento. El día 13, sicarios calcinaron una casa y le arrebataron la vida a tres personas más.

La ola de ejecuciones continuó a lo largo de febrero y marzo: el 18 de este último mes, en un puente de San Luis, en la avenida Salk, se hallaron los cuerpos de tres sujetos, uno de ellos desmembrado.

El pasado lunes, un día antes del ingreso del convoy a Tamazunchale, el secretario de Gobernación, la secretaría de Seguridad Pública federal y el jefe de la Guardia Nacional habían visitado San Luis Potosí para atender el problema de la violencia creciente. Sucedió lo de siempre: el anuncio de que la entidad sería reforzada con 400 elementos de la Guardia Nacional, el anuncio de que serían instalados seis nuevos cuarteles en municipios del estado.

Antes de 24 horas las calles de Tamazunchale quedaban desiertas a consecuencia de la sicosis, y un inspector de la Guardia Nacional era acribillado a quemarropa: para algunos analistas, un anuncio del baño de sangre que se avecina tras la reciente captura de Juan Gerardo Treviño Chávez, El Huevo Treviño, que debilita al Cártel del Noreste, el cual ha mantenido una fuerte presencia en el estado, y vuelve apetecibles, para sus rivales, los territorios que hasta hoy ha controlado.

La respuesta gubernamental: más militarización y más cuarteles: la tónica que, cuatro años después, no logra que México deje de ser un baño cotidiano de sangre.

El Universal