AMLO en Cuba: ¿operación rescate?

Jorge Fernández Menéndez

La construcción de un poder regional en Centroamérica le ha costado mucho al gobierno de López Obrador. La gira efectuada esta semana pareció consolidar ese objetivo con la distribución de recursos importantes en esos países a través de Sembrando Vida y otros programas sociales, en regímenes con una similar postura ideológica en El Salvador y Honduras, y con los que se mantienen buenas relaciones como Guatemala y Belice. El país caribeño se podría beneficiar además de una extensión del Tren Maya que, en su caso, sería realmente importante para salir de su aislamiento.

Pero para el presidente López Obrador, la etapa clave era Cuba, un país y un gobierno con el que el mandatario tiene profunda afinidad ideológica. Ya el 16 de septiembre pasado en un hecho inédito, el orador del Día de la Independencia de México fue el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, que encabezó, como invitado, el desfile militar junto al presidente López Obrador y el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval.

López Obrador ha mantenido una estrecha relación con Cuba desde casi siempre. Más allá de discursos oficiales, hay temas comunes a tratar: la deuda de Cuba con México no es uno de ellos porque cada tanto termina siendo cancelada como un gesto de solidaridad.

Pero la relación con Estados Unidos no se puede ignorar: por una parte, en el ámbito migratorio, la afluencia de cubanos a México para tratar de ingresar a Estados Unidos es cada vez mayor. En el contexto de la llamada que realizaron los presidentes Biden y López Obrador la semana pasada, se activó un procedimiento para enviar a México a los solicitantes de asilo político de Cuba y Nicaragua que no fueran aceptados en la Unión Americana. Disminuir el flujo migratorio en esta lógica debería ser una prioridad para México no sólo con Cuba, sino también con todas las naciones centroamericanas, particularmente Honduras y Guatemala.

Pero con Cuba también se debe haber hablado de la próxima Cumbre de las Américas a realizarse en Los Ángeles y a la que no están invitadas Cuba, Nicaragua ni Venezuela. México pidió que participen y fue ignorado. Como el gobierno federal no se asume como un socio integrado a América del Norte con Canadá y Estados Unidos, no es descabellado pensar que llevará a Los Ángeles la voz del régimen cubano.

Un tercer punto que no es menor, es la comitiva presidencial. Me ha tocado cubrir giras presidenciales desde Miguel de la Madrid hasta hoy, en buena parte del mundo. Nunca había visto que la comitiva estuviera formada, además del canciller y el vocero, por los secretarios de Defensa y Marina. Al contrario, siempre se decía que esos funcionarios debían permanecer en el país, lo mismo que el secretario de Gobernación para atender cualquier contingencia que se pudiera presentar.

No creo que con el general y el almirante se haya ido a analizar temas comerciales, de intercambio cultural o educativo, tampoco turístico. Fueron a tratar temas de seguridad regional.

Y también imagino que esa visita, que ya de por sí no generó entusiasmo alguno en Washington, debe haber ocasionado una preocupación más en la larga lista que atesora la administración Biden con México.

Recordemos que Cuba es punta de lanza en el respaldo a Vladimir Putin en América Latina y defiende su invasión en Ucrania. Incluso, ante la adhesión de varios países a la OTAN, como Suecia y Finlandia, Rusia está jugando con incrementar su presencia en la isla, regresando, si eso ocurre, a una situación similar a la de 1963, con la crisis de los misiles.

La administración López Obrador sigue viviendo como si estuviéramos en la Guerra Fría. En aquellos años, la relación de México con Cuba tenía sentido y servía para muchas cosas, además de mantener abiertos los lazos de comunicación con terceros países. Años después, cuando comenzaron tímidas aperturas, México fue dejado de lado: toda la operación que montó Barack Obama para intentar restablecer relaciones con la isla nunca pasó por México. Con Trump todo eso se canceló y simplemente las relaciones se fueron al mínimo. Con Biden no han mejorado y éste no se ve dispuesto a hacerlo.

La pregunta entonces es qué fue a hacer el presidente López Obrador a Cuba, acompañado por sus dos secretarios de origen militar. La respuesta la tendremos pronto, en gestos, políticas y quizás intercambios de colaboración en esos aspectos. Si fuera así, sería una pésima noticia.

Hoy Cuba no aporta nada a México. Díaz-Canel no llega ni siquiera a la épica de sus antecesores. La revolución cubana vive día con día el retroceso generado por una política anacrónica y que separa el discurso de la realidad, con un Estado burocratizado e incapaz de cubrir las exigencias mínimas de la gente. La gente vive cada vez más angustiada económicamente, con un régimen cada día más cerrado en términos políticos, sociales y económicos, con un gobierno formado por burócratas ajenos al contacto con la gente, y con una sociedad que, por el turismo, por el contacto con el exilio, por las redes sociales, aunque estén restringidas y censuradas, sabe que ése no es su destino manifiesto.

El régimen cubano lleva décadas viviendo de prestado, de Rusia, de Venezuela en su momento, quizás ahora le toque el turno a México de ser su salvavidas… a cambio de nada.

Excélsior