Azul profundo

Eric Rosas

Sin duda, la luz es uno de los fenómenos naturales más maravillosos que existen. Además de sus características obvias en nuestra cotidianidad, posee muchas otras propiedades que pueden ser aprovechadas para numerosas aplicaciones. No sólo se trata de su intensidad, relacionada de alguna forma con el brillo, o de su frecuencia, que nosotros referimos coloquialmente como el color, sino de muchas más particularidades que pueden ser controladas para producir efectos específicos.

Aunque la incógnita persiste acerca de la naturaleza fundamental de la luz y por ahora se sigue aceptando su dualidad onda-partícula; es decir, que igual se manifiesta en la forma de las partículas de luminosas llamadas fotones, que como ondas electromagnéticas formadas por el par de un campo eléctrico y otro magnético que se generan permanentemente el uno al otro y viajan en planos perpendiculares entre sí, ambos también transversales a la dirección de su propagación. Es con base a este segundo modelo para la luz, que es posible comprender su polarización y aprovecharla.

La polarización se refiere a la dirección del plano resultante de la oscilación combinada de los campos eléctrico y magnético; por ejemplo, si uno de éstos se mueve en el plano horizontal mientras que el otro lo hace en el vertical, la onda luminosa resultante undulará en un plano intermedio inclinado a 45 grados, lo que corresponde a una polarización lineal con tal ángulo. Por supuesto que nada les impide a los campos electromagnéticos el cambiar sus planos de oscilación y si lo hacen, entonces causan que el plano resultante también cambie de orientación, lo que puede generar otros estados de polarización conocidos como elípticos, cuyo caso especial es la polarización circular.

En la naturaleza existen algunos materiales llamados polarizadores, cuyas estructuras atómicas pueden discriminar entre los distintos estados de polarización, permitiendo la transmisión de algunos e imposibilitando la de los demás. Pero fue Edwin Herbert Land, nacido el 7 de mayo de 1909, quien logró desarrollar unas películas plásticas basadas en iodo que, al ser estiradas considerablemente, pueden alinear sus macromoléculas en la forma de rejillas que favorecen la transmisión de los planos que oscilan paralelamente a las cadenas de átomos, mientras que impiden el paso de los otros. Colocando estas películas delgadas entre dos vidrios planos Land pudo construir los primeros polarizadores sintéticos, que de inmediato aplicó a la obtención de fotografías, pues con ellas es posible eliminar reflejos indeseados en los primeros planos o resaltar algunos colores, como el verde de la vegetación o el profundo azul celeste… y así, la luz se ha hecho.