Prosaico

Jorge Flores Martínez

Es muy difícil convencer con la evidencia teórica y empírica de las bondades de una sociedad libre que respete la propiedad privada y la libertad económica para mejorar la condición de vida de millones de seres humanos ante aquellos que están convencidos de la bondad moral de una utopía que no tiene sustento en otra cosa que en sus deseos y esperanzas.

Por supuesto que no toda la izquierda es igual, como en todo, en la variedad está el gusto. Lo mismo sucede en la derecha, hay de todo como en botica. Lo que si es claro es que en sus extremos existen similitudes evidentes y difíciles de negar.

Los extremos suelen habitarlos los fanáticos y desadaptados. Me siento más cómodo en el centro, dónde se puede abrevar de ideas que coincidan con las nuestras y posicionarse en un punto donde el diálogo con el otro no forzosamente desenlace en la radicalización y ruptura.

No me gusta el socialismo por su disposición a no reconocer los fracasos que ha representado la obligatoriedad en su implementación en diversas sociedades. Además, me incomoda la visión colectivista donde el individuo desaparece. 

En una novela que escribí hace unos meses abordé el tema de la visión del paraíso en la tierra que representa el socialismo, en ella la comparé con el arte del Renacimiento Italiano, obras como la Capilla Sixtina y la Piedad de Miguel Angel o las de Caravagio, Bernini, Rafael Sanzio o el mismo Leonardo, fueron producto de una Iglesia prosaica y alejada de la divinidad, la Iglesia Católica en los siglos XV y XVI. Lo curioso es que este esplendor artístico coincide con una Iglesia presidida por personajes corruptos y ambiciosos como los Borgia y no con los grandes santos o los doctores teólogos de la divinidad. Es posible que lo humano sea más prosaico de lo que creemos o por lo menos sus resultados son mejores que cuando es moralista y rígida que se aleja de la misma naturaleza humana al intentar imitar a los ángeles que siempre resultan en un infierno terrenal.

Los mayores crímenes de la humanidad no se han hecho en nombre de Dios, no deberíamos exculparnos tan fácilmente, siempre se han hecho imponiendo en el otro ideologías que consideramos incuestionables. Los criminales somos nosotros, los que exaltamos a los predicadores de la pobreza que quieren imitar a los ángeles del cielo y en esa predicación invariablemente nos regalan los verdaderos infiernos en la tierra. Ejemplos de “ángeles” que nos prometen el paraíso en la tierra sobran, Marx, Lenin, Mussolini, Stalin, Mao, Pol Pot, Che Guevara o Hitler, todos y cada uno de ellos ocasionando verdaderas tragedias humanas.

El fascismo es el hermano incómodo del socialismo, los dos exaltan la colectivización de las sociedades y la eliminación del individuo y sus libertades. Además, no hay forma de implementarlos voluntariamente, se requiere de terror, violencia desmedida y polarización de las sociedades entre buenos y malos para poderlo implantar. 

Es curioso, pero en cada ocasión que se mencionan los fracasos de la implementación del socialismo no faltan los argumentos que estos ejemplos no lo representan, Cuba, Corea del Norte, la URSS y ahora Venezuela o Nicaragua, no son el verdadero socialismo, son otra cosa, pero nunca socialismo.

Sus ejemplos de socialismo siempre son Dinamarca, Suecia o Noruega, lo que me parece extraño, esos países son economías de libre mercado y propiedad, con derechos humanos, libertades y regímenes democráticos incuestionables que los llevan a gobiernos de izquierda o derecha con el voto. Por el contrario, para mi, estos países representan la mayor evolución de la democracia liberal.

Y es muy sencillo, las democracias liberales persiguen fines prosaicos como la libertad de comercio, de expresión, propiedad o la igualdad ante la ley. Nada sublime ni que nos lleve al éxtasis existencial como construir una sociedad basada en la igualdad económica, la distribución de la riqueza, la eliminación de la iniciativa personal, la cooperación “moral” donde se elimina cualquier compensación al esfuerzo individual como en el socialismo.

Lo prosaico contra lo sublime, lo humano contra el paraíso prometido. De eso se trata todo, el socialismo vende la esperanza del cielo en la tierra y el capitalismo tan solo conceptos prosaicos y casi banales como individuo, libertad o comercio.

Si, soy prosaico, no me gustan los santurrones que prometen el paraíso en la tierra.

Y no, no soy un soñador, los sueños más bellos de unos suelen convertirse en las más terribles pesadillas de los otros.

Por eso soy liberal, demócrata y prosaico.