El asesinato de Mariana y los médicos corruptos

Jorge Fernández Menéndez

Lo que ha dicho el presidente López Obrador sobre los médicos en México, refrendado por el secretario Jorge Alcocer y el subsecretario Hugo López-Gatell, entre otros funcionarios, es inaceptable. Es una ofensa.

Luego de despotricar contra los “médicos corruptos” (me imagino que no se refería a aquellos que le salvaron la vida en 2013, cuando estuvo a punto de morir de un infarto), el presidente López Obrador dijo que se traerían médicos cubanos “porque el sistema de corrupción que defendieron esos médicos que firman esos documentos (los que reclaman plazas y trabajo en nuestro país) dejó de invertir en la educación pública y quería privatizar la educación”. También aseguró que los médicos cubanos ganarán lo mismo que ganan los mexicanos.

Más allá de seguir calificando de corruptos a los médicos que simplemente reclaman una plaza laboral, después de carreras que implican cerca de diez años de sus vidas, el Presidente se equivoca: un médico en el sector salud gana un salario de unos 16 mil pesos mensuales, menos aún cuando está haciendo su residencia. Los médicos cubanos, según la propia información oficial, ganarían, al cambio, unos 70 mil pesos mensuales. En realidad, mucho menos, porque no se les paga a los médicos, sino al gobierno de Cuba, que les deja a sus médicos un sueldo que oscila entre los 60 dólares mensuales, el salario impuesto en la isla.

Eso de que faltan médicos se contradice con la propia labor de la Secretaría de Salud que contrató médicos y personal sanitario para la pandemia, les prometió plazas y, cuando pasó la emergencia, los dejó en la calle.

Pero el problema no es sólo ése: la verdadera exigencia para el Estado mexicano, incluyendo el gobierno federal y los estatales, es que les garanticen a los médicos y al personal sanitario las condiciones mínimas indispensables para cumplir con su labor: un espacio digno donde vivir, donde trabajar y atender a sus pacientes, seguridad en todos los sentidos para hacerlo. No sé si se lo informan al Presidente, pero los médicos y el personal sanitario en las zonas que están controladas por el crimen organizado (un 35% del territorio nacional, según el Comando Norte de Estados Unidos) son extorsionados, secuestrados, se les exige, bajo amenazas, que atiendan a sus heridos, muchas mujeres son abusadas. Eso ocurre en zonas rurales y urbanas. Muchas instalaciones sanitarias en las zonas rurales están en ruinas y no llegan los medicamentos.

No se trata sólo de amenazas y presiones de grupos criminales. Vamos a recordar el caso de Mariana Sánchez Dávalos, una joven de 24 años, estudiante de medicina que realizaba su servicio social en una clínica de Nueva Palestina, en el municipio de Ocosingo, en Chiapas, una de esas zonas, bajo control zapatista, donde dicen el Presidente y el secretario de Salud que los estudiantes no quieren ir.

El 28 de enero del año pasado, Mariana fue encontrada, en la habitación en donde vivía, ahorcada, había sido asesinada.

Mariana había denunciado una violación durante su servicio, pero fue ignorada. Presentó una denuncia ante el Ministerio Público y otra en la Secretaría de Salud del estado: en el MP la ignoraron y en la Secretaría de Salud le ofrecieron unos días de vacaciones… sin goce de sueldo.

Había comenzado a trabajar en esa comunidad en agosto. Estaba sola, viviendo en condiciones muy precarias y casi sin comunicación, porque no llegaba la señal del teléfono ni de internet. Muy poco después de iniciar su servicio le dijo a su familia que estaba siendo acosada: en diciembre, un médico de planta de la clínica rural se metió en su cuarto y abusó de ella. Presentó su renuncia, pero no fue aceptada. Si renunciaba, sus años de estudios, sin la residencia, se perdían. Se quedó.

Horas antes de su muerte le dijo a su madre que el acoso continuaba. Al día siguiente apareció ahorcada. En el colmo del despropósito, la Fiscalía del estado aseguró que se había tratado de un suicidio. Ni siquiera le informaron de la muerte a su familia (fueron sus amigas las que lo hicieron), pero se apresuraron, en menos de 48 horas, a incinerar sus restos. Ningún familiar lo había consentido, lo decidieron la clínica y la Fiscalía, cuando su familia apenas se estaba enterando de la muerte de Mariana y se trasladaban desde Saltillo, donde vivían.

Se tuvieron que generalizar manifestaciones de estudiantes de la Facultad de Medicina en Tuxtla y en otras partes del país, y un paro de labores en la universidad, para que un juzgado emitiera una orden de captura en contra del médico Fernando Cuauhtémoc Pérez Jiménez, que era quien que supuestamente hostigaba, abusó y mató a Mariana. No lo detuvieron, él se entregó. Su defensa, basándose en los dichos de la Fiscalía, sigue alegando que Mariana se suicidó y, como los restos se incineraron, no hay demasiadas pruebas en su contra, porque los mensajes que envió Mariana a su familia no fueron considerados como tales por la Fiscalía.

Así viven, trabajan y a veces mueren estos jóvenes estudiantes de medicina a los que las autoridades califican de corruptos, individualistas, neoliberales, fifís. Al inicio de esta administración, en nuestro programa Todo Personal, Bibiana Belsasso le preguntó al secretario de Salud, Jorge Alcocer, quién era su personaje favorito: contestó que el Che Guevara.

Esa respuesta, por sí sola, explica muchas cosas.

Exélsior