Ni frío ni caliente

Uriel Flores Aguayo

Es uno de los dichos más populares y que se ajusta perfectamente a las posturas comunes de la gente cuando no están a gusto con nada. Alude al clima como forma simbólica de hablar de todo. Es una actitud obvia que se repite en la historia y llega con absoluta fortaleza hasta nuestros días. Es normal que, de una u otra manera, de vez en cuando nos veamos ante esa situación. Casi todo pasa entre esos extremos y se constituye en la conducta más usual de las personas. Nos indica indefiniciones e insatisfacciones, quedarse en medio o reaccionar con vacilaciones.

Ante los resultados o las ofertas de la vida no me conformo con alguna de ambas posibilidades. Al frío o caliente póngale nombres propios o situaciones en general y hará una lista indefinida: lo cotidiano, el ejercicio, el trabajo, la comida, la lectura, el amor, etc… También se puede hablar del clima, es oportuno ante los extremos climáticos y el calentamiento global. Hay que iniciar diciendo que vivimos al respecto una limitada, confusa y precaria actividad institucional, así como la lejanía o falta de reacciones concretas de la ciudadanía. Políticos al frente de organismos relacionados con el clima y ciudadanos cuya máxima queja se queda en las redes sociales. Es un círculo vicioso que hace ineficaz las labores en pro del medio ambiente, en el sentido de las omisiones y posposición de medidas efectivas. Cuando hace frío nos quejamos mucho, pero se mitigan mejor sus efectos; cuando hace calor nos quejamos más pero no es sencillo hacerle frente. Somos región de clima templado. La calidad de vida en Xalapa inicia por su clima. Sin embargo, hay retos enormes para el cuidado de nuestro entorno natural: crisis en abasto de agua, perdida de áreas verdes y complicación en el depósito de los desechos. Se habla más de lo que se hace al respecto y no pocas veces los temas ambientales son parte de agendas partidistas para engrandecer o golpear a los propios o a los contrarios. Que haya más frío o calor en nuestra región es difícil de definir sin que se acuda a los máximos históricos. Es probable que se esté incrementando ligeramente el clima por resta de áreas verdes e incremento de zonas de cemento. De todos modos, el panorama no es alentador, nos coloca ante realidades adversas en materia ambiental. Implica hacerse cargo, como sociedad e instituciones, de las tareas urgentes y de plazo mayor para enfrentar el deterioro ecológico visible. Mucho se debe hacer en términos legales, de políticas públicas, presupuestos, capacidades institucionales y convocatorias ciudadanas. Si no somos diferentes ante el frío o caliente, y siempre será dilema de vida, no seamos indiferentes ante las inminentes definiciones sobre nuestro entorno. Seamos conscientes pero comprometidos de que el futuro habita entre nosotros.

Aquí cuenta mucho la educación, es clave, como momento cronológico, espacio formativo y estructuras generacionales que aporten la más formidable plataforma de conocimiento y movilización social que se pueda tener. Urge un discurso sustancial en lo cotidiano, que tengan centralidad los temas ecológicos, que haya foros, textos, premios, convocatorias y todo lo disponible para envolvernos en la conciencia de lo fundamental sobre el medio ambiente. Si la niñez y la juventud se involucran con conocimiento y acciones concretas, el resto de la sociedad se verá ante un emplazamiento viable. No es juego ni grilla, es nuestra calidad de vida lo que está de por medio.

Recadito: se van los amigos al más allá; se llevan algo de nosotros.
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