La artista Bárbara Foulkes ofrece una peculiar manera de mirar la relación cuerpo/máquina

En la acción performática en video Cómo siendo peces podemos ver el agua, la artista interdisciplinaria Bárbara Foulkes (Buenos Aires, 1982) trata a la máquina excavadora –una “mano de chango”– como una extensión del ser humano que implica “nuestros deseos, necesidades y actitudes”.

Después de un proceso de dos años, el video, protagonizado por las performers Thelma Ascencio y Foulkes, más una retroexcavadora, se presenta en la galería guadalajara90210 con un formato de instalación, en el que se incluye la proyección y diversos dispositivos que representan el proceso de trabajo.

Radicada en México a partir de 2008, la artista trabaja desde hace un par de años con objetos alusivos a la relación simbiótica de éstos con el cuerpo. Como resultado de esta línea de trabajo, surgió la idea de la máquina como un objeto que se mueve y tiene una fuerza particular. Foulkes se preguntó: “¿Qué pasa si me pongo a charlar con una máquina y la observo”.

La entrevistada buscó y miró con ahínco máquinas de todo tipo en Internet hasta que dio con la excavadora “mano de chango” que, en efecto, tiene “la articulación de la muñeca, del codo, y cumple con la función de agarrar”.

Foulkes parte de preguntas como: ¿Las manos hacen el trabajo o el trabajo hace a las manos? Así fue como se “enganchó” con la excavadora. “La primera función que los seres humanos desarrollamos es la de agarrar. Apelé a eso muy primitivo, que todos compartimos”.

Con una primera formación en las artes escénicas, sostiene que “el cuerpo es una potencia y una inteligencia que tal vez está un poco dejado de lado; desde la Revolución Industrial usamos el cuerpo 70 por ciento menos. Eso está relacionado con las máquinas, cómo las usamos, cómo se construyen nuestros espacios y qué lugar se da al cuerpo en esa construcción”.

El título Cómo siendo peces podemos ver el agua hace alusión a un discurso de graduación que dio el escritor neoyorquino David Foster Wallace en 2005, donde explica que precisamente las grandes preguntas de la humanidad son aquellas con las que “tratamos de explicar nuestro entorno más próximo, nuestra realidad”.

De 40 minutos de duración, el video se filmó en las instalaciones de la planta de composta de la Universidad Nacional Autónoma de México. A Foulkes le gusta pensarlo como una “película muda (porque) apela a un mundo de la imagen que genera sensaciones y una manera de mirar la relación cuerpo/máquina que tal vez no sea la acostumbrada. Se desencadena una secuencia de acciones. Tiene una cierta dramaturgia lineal que está enmarcada en la acción”.

No se trata de una relación amistosa, Foulkes más bien busca que no haya una jerarquía de, por ejemplo, quién tiene más fuerza: “Tiene más que ver con dónde estás parado en el espacio en este momento. A veces uno no sabe quién es más fuerte o más frágil. No apela a esto, sino que aquí charlamos”.

Cómo siendo peces podemos ver el agua, proyecto curado por Andrea Paasch, se presenta en un formato de instalación en la galería guadalajara90210 hasta el 11 de junio (calle de la Constitución 42, colonia Escandón), y se proyectará en últimas funciones el próximo jueves y sábado en el cine Tonalá, Tonalá 261, colonia Roma.

La Jornada