Gustavo Petro, el Informe de la Verdad y la polarización en Colombia

La elección de Gustavo Petro como nuevo presidente de Colombia, aun siendo un momento histórico, no debe inducir al equívoco de que se haya superado la división entre las fuerzas políticas en el país. La distribución de las preferencias de los colombianos gira alrededor de una proporción del 50 por ciento.

Cualquier propuesta de gobierno tiene que partir, por lo tanto, de la clara visión del nuevo presidente por buscar acuerdos para facilitar la gobernanza del país y, al mismo tiempo, contribuir a la solución de los profundos problemas que bloquean el avance de la sociedad colombiana. A este momento de transición, se añade la presentación del Informe de la Verdad, el día 28 de junio. Es de temer que esta coincidencia pueda contribuir a aumentar todavía más la ya existente polarización del país alrededor del conflicto armado.

Diálogo y concertación
En un país estremecido por la violencia y azotado por una crisis social acentuada por la pandemia, debería haberse hecho mucho antes el esfuerzo de encauzar cambios a través del diálogo y la concertación. El relevo en la Casa de Nariño, en Bogotá, tiene visos de poder ser la oportunidad para atenuar la confrontación en la sociedad colombiana, si el Gobierno está dispuesto a hacer suyo el Informe y asumir, al mismo tiempo, esfuerzos contundentes de acuerdos y reconciliación.

Pero, entre el deseo de abrir posibilidades de entendimiento más allá de los ataques establecidos desde hace décadas y alcanzar un consenso básico, hay identidades históricas, así como heridas profundas a personas y grupos sociales, que necesitan sanar. Para encaminar al país hacia la solución de los profundos problemas que lo aquejan, no solo hay que limpiar el camino de las astillas de la polarización en la campaña electoral, sino que también hace falta reconvertir los liderazgos políticos para que dejen de escenificar siempre la confrontación que les ha sido políticamente tan útil en el pasado.

Nuevos derroteros
Tanto el anti-petrismo como el anti-uribismo han sido las claves de las dos últimas campañas políticas. Si la presentación del Informe de la Verdad cae de nuevo en esta división del país, su efecto de reconciliación puede desvanecerse. ¿Será posible que el país “le dé la vuelta a la página” del conflicto armado basándose en el Informe de la Verdad y se encamine así hacia nuevos derroteros? ¿Será posible facilitar el reencuentro de Colombia consigo misma a través de encuentros personales clave?

La transición del Gobierno de Duque a Petro y el próximo encuentro de Petro con el expresidente Álvaro Uribe, que el nuevo presidente ha logrado facilitar, son pasos en este camino. Sin embargo, se va a necesitar del apoyo de toda la sociedad para que el país cambie de rumbo y transite hacia nuevos derroteros.

Duque – Petro: transición entre dos proyectos de país
Además de los temas protocolarios propios del primer encuentro entre mandatarios salientes y entrantes, en la reunión entre Duque y Petro se pusieron sobre la mesa temas de seguridad nacional y de finanzas públicas. Pero, más allá de las agendas, que tendrán que revisar los respectivos equipos de transición, fue el momento de un apretón de manos entre dos personalidades que han venido cultivado una continua animadversión mutua desde que Iván Duque le ganó a Gustavo Petro en las elecciones de 2018.

La terquedad con la cual Petro confrontó al Gobierno de Duque, en especial con respecto a su manejo de las protestas del año 2019 y 2021 en el país, han remarcado las diferencias profundas entre dos proyectos de país. En lo que se perfila, según palabras de Duque, como una “transición armónica, institucional y transparente” del poder Ejecutivo, está presente un desacuerdo profundo sobre la realidad económica del país. Mientras Duque resalta el alto crecimiento económico del momento, Petro insiste en la débil base fiscal del Estado colombiano. Un tema central que caracterizará la futura gestión del Ejecutivo será la transición energética, donde se esperan los primeros pasos de Petro hacia un cambio profundo en la matriz energética del país y en el sistema del manejo de recursos naturales, más allá del patrón extractivista.

El gran servicio que Petro y Uribe podrían hacer al país
La búsqueda del anunciado Acuerdo Nacional y la construcción del consenso para viabilizar soluciones a los problemas nacionales tendrán que vérselas con el alto nivel de polarización política en Colombia, que ha sido reeditado por los antagonistas políticos por excelencia: Petro y Uribe.

Los dos han mantenido una hostilidad personal durante años, calificada por algunos observadores como “enemistad”, que siempre escenificaron con mucho revuelo y repercusión pública. Ambos representan “visiones diferentes de la misma patria”, tal y como el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010) formuló al aceptar la invitación a un diálogo con Petro, visiones que no parecen compatibles entre sí. Además, sus respectivas militancias insisten en mantener vivas las diferencias, porque presentan identidades históricamente ancladas y que se expresan en conflictos abiertos entre sus partidos, Centro Democrático y Pacto Histórico. Recoger las astillas de la polarización en esta relación antagónica sería un verdadero servicio que podrían dar estas personalidades al país.

En los comicios legislativos de marzo de 2022, el Centro Democrático dejó de ser el partido más votado, lo que supuso un primer golpe al uribismo, que no logró presentar un candidato con posibilidades de éxito en las dos vueltas electorales para el cargo de presidente. Así, se habló de la “muerte del uribismo” como uno de los resultados colaterales de los comicios. Ahora, puede darse la situación paradójica de que el mismo Petro podría ser útil al expresidente para frenar su desgaste personal y hasta ayudarle a retomar el control de la derecha política en el país que, al parecer, se le había escapado en el contexto de las elecciones perdidas.

Las voces en su partido que pedían remozar y reinventar al propio Centro Democrático podrían ser silenciadas por un regreso de Uribe al escenario nacional, donde había perdido presencia e impacto. El uribismo, como movimiento político de carácter personalista, estaba tan ligado a la personalidad del expresidente, que muchos se habían contentado con elegir como presidente del ‘que diga Uribe’, lo cual resultó ser, en el caso del Gobierno de Iván Duque, una gran decepción.

Colombia y Venezuela
El anuncio de Petro de que se ha comunicado con el Gobierno venezolano para abrir las fronteras y restablecer el pleno ejercicio de los derechos humanos en la zona limítrofe, cambió el panorama central en un tema crucial para Colombia. El Gobierno de Iván Duque interrumpió las relaciones diplomáticas con el país vecino y cerró las fronteras, poniéndose al mismo tiempo en la delantera del apoyo a Juan Guaidó como presidente legítimo del país.

Aunque el cierre de fronteras siempre fue parcial, debido al contrabando y los fuertes flujos migratorios, el contacto entre el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y el presidente electo de Colombia podría marcar un cambio en el dinamismo, no solamente entre estos dos países, sino en toda la región sudamericana. Así podría debilitarse otro factor de confrontación en Colombia y más allá de sus fronteras, de manera que desaparezca la espuma de la polarización y que se abran momentos políticos para reenfocar los derroteros establecidos y definir nuevas rutas para la convivencia.

DW