Escenario

Macario Schettino

La semana pasada platicamos aquí de qué va la elección de 2024, según cree Fuera de la Caja. Ahora conviene pasar del qué al cómo. Lo primero es recordar que el enfrentamiento entre las dos visiones acerca del camino que debe seguir México ha cumplido más de 50 años, la mitad en un sistema autoritario y la otra mitad en democracia. Bajo el régimen autoritario, la decisión no dependía de los ciudadanos, sino del gran elector, el presidente saliente. Así fue como Díaz Ordaz abrió el camino al reintento cardenista de Echeverría, y así también López Portillo no tuvo otra opción que regresar al espacio de los técnicos, de la mano de Miguel de la Madrid.

El siguiente momento de definición ocurrió en 1988, ahora con el hijo del general enfrentando al mayor exponente de los técnicos, Carlos Salinas. Nunca sabremos el resultado real de esa elección, pues todavía el sistema podía imponerse. Seis años después, el candidato de Salinas no llegó a la elección, pero Zedillo pudo ganar gracias al gasto sin medida desde el gobierno.

En democracia, Cárdenas todavía hizo un intento en el año 2000, y López Obrador dos, 2006 y 2012, todos ellos infructuosos. Fue hasta 2018 que éste pudo ganar, y lo hizo con amplitud. Ahora, en 2024, todavía no es claro si tendremos una decisión bajo un sistema democrático, o lo haremos ya en plena restauración autoritaria.

A favor de la democracia juegan instituciones como el INE y el TEPJF, que han logrado aguantar el embate desde la Presidencia. En contra, precisamente esa Presidencia desde la cual se cometen atrocidades (en términos democráticos) que no veíamos desde los años 90: candidaturas fuera de tiempo, recursos públicos, acarreo y coacción del voto. Aunque López Obrador siga insistiendo en que perdió en 2006 por un fraude, una simple comparación de su actuación hoy con la de cualquiera de los últimos cuatro presidentes muestra quién es el verdadero enemigo de la democracia.

Rumbo a 2024, habrá renovación en el INE, pero la institución parece estar ya suficientemente consolidada. El tribunal, que sobrevivió una presidencia deplorable, también es fuente de confianza. La Suprema Corte es también relevante, aunque no participa en temas electorales, por ser el garante de la Constitución, y ahí veremos pronto el proceso de renovación de una presidencia igualmente deplorable. Hasta hoy, los enemigos de la democracia son minoría; esperemos que así siga.

En las últimas elecciones ha sido claro el impacto del reparto de dinero desde el gobierno. En las consultas, la mayor participación correspondió a los adultos mayores que querían mostrar su agradecimiento o que fueron convencidos de que no votar les haría perder su limosna. Para este año, las pensiones no contributivas superan ya los 200 mil millones de pesos, y representan 20 por ciento de las pensiones tradicionales, financiadas con cuotas. Este tipo de gasto con fines electorales nunca ocurrió en los 25 años de democracia que conocimos.

Hay también un notorio incremento en la actividad de grupos criminales en las elecciones. Fue muy evidente en las elecciones locales de 2021 (no me queda claro su impacto en las federales), y nuevamente en este año. Al respecto, conviene recordar que esos grupos han mantenido hasta hoy una perspectiva local, y no son monolíticos, ni mucho menos. En cada entidad su impacto puede ser diferente.

Finalmente, es importante hacer notar que los activistas pueden complicar el conteo de votos el día mismo de la elección, presionando a los funcionarios de casilla, haciendo tiempo, inventando excusas. Esto hace que un grupo organizado de 100 mil personas pueda derrumbar el trabajo voluntario de casi dos millones de ciudadanos funcionarios de casilla y la decisión de decenas de millones. La de usted incluida.

Así parece que será el escenario en que se definirá el futuro. Faltan los competidores; hablamos de ello.

El Financiero