No quieren debatir

Jorge Fernández Menéndez

El formato de nuestros debates electorales es tragicómico. La mayoría de los candidatos en lugar de buscar formatos de debate en los cuáles se pueda dar el mismo, donde se confronten ideas y propuestas, buscan todas las protecciones posibles para no hacerlo. Al grado de que los candidatos ya llegan con respuesta redactadas que leen sin pretender contestar lo que se les ha preguntado o rebatido.

Luego del debate del jueves entre las candidatas del Estado de México, Alejandra del Moral, de PRI, PAN, PRD y Nueva Alianza, y Delfina Gómez, la candidata de Morena, Verde y PT, en Morena se indignaron porque la moderadora, la periodista Ana Paula Ordorica (que tuvo una muy buena conducción del debate) hizo lo que tenía que hacer, preguntar: cuando hizo una pregunta sobre un tema ineludible en el debate, la sanción que recibió Delfina cuando se les cobró un diezmo a los trabajadores del municipio, siendo Delfina presidenta municipal de Texcoco, para financiar campañas de Morena, la candidata comenzó a contestar otras cosas y a decir que se usaban esos argumentos porque iba 20 puntos arriba. Ana Paula la interrumpió para decirle que ése no era el tema y le volvió a hacer la pregunta. Delfina terminó contestando que esa sanción no había sido contra ella, sino contra el municipio y el partido.

Poco después, en un tema que no tenía nada de polémico, la moderadora le preguntó a Delfina por qué en su propuesta de cultura abordaba solamente a las poblaciones indígenas. Cuando Delfina daba su respuesta sin contestar el tema, Ana Paula la interrumpió para decirle que la pregunta era para saber que proponía para el otro 98 por ciento de la población, que no es indígena. Era una pregunta lógica y de respuesta sencilla. Desde las sillas que ocupaban los simpatizantes de Morena surgieron gritos de “racista” hacia la moderadora, como si preguntar sobre qué se va a hacer en cultura y esparcimiento para el 98 por ciento de la población que no es indígena fuera un indicio de racismo.

Ordorica también hizo preguntas difíciles a Alejandra del Moral. Quizá la más compleja fue la de ¿por qué el Estado de México tiene los números más altos de feminicidios del país? La respuesta de Alejandra podría haber sido más clara, pero terminó esgrimiendo un argumento potente, aunque no lo exhibió con claridad: cuando se calculan los feminicidios por número de habitantes, el Edomex no está en el primer lugar, sino en el 19. Hubiera podido contestar mejor, mostrar la gráfica y trabajar sobre ella, y no lo hizo. Pero contestó. También la moderadora cuestionó a Del Moral sobre temas que no aparecían en su programa (creo que eran sobre infraestructura) y cuando Del Moral comenzó a contestar saliendo del tema, también Ana Paula la interrumpió para repreguntarle. Era lo que había que hacer.

La verdad es que no hubo nada extraordinario en el debate. Delfina leyó las respuestas que tenía preparadas y no se apartó del guion ni de las tradicionales consignas presidenciales. Alejandra estuvo mejor, con comentarios duros contra su adversaria y con bastante claridad en sus respuestas. Quizá lo único extraordinario es que ahora Morena quiera presentar quejas contra la moderadora, porque Ana Paula hizo lo que tenía que hacer: preguntar.

En realidad, creo que la idea subyacente es contar con una excusa para que Delfina no se presente en el próximo debate. En última instancia, lo que parecen estar pensando en el cuartel general de Delfina, que encabeza Horacio Duarte, es que tienen suficiente ventaja y que no vale la pena seguir exponiendo a su candidata. Los debates, como sucedió en esta ocasión, aunque lo haya ganado claramente Del Moral, no parecen cambiar demasiado las tendencias… hasta que algún error lo hace. Y todo indica que en Morena no quieren arriesgarse a correrlo.

El avión, a Tayikistán

En esa costosa comedia de errores en la que se enredó el presidente López Obrador con el avión presidencial, la venta del mismo por menos de la mitad de su precio real al régimen dictatorial de Tayikistán es un perfecto corolario. El Presidente se negó a usar el avión básicamente por una decisión demagógica mezclada con la de prácticamente no viajar durante su sexenio por el mundo: la venta del avión en la propaganda de campaña que se prolongó en el gobierno iba unida a cancelar el aeropuerto de Texcoco, ambos eran el supuesto ejemplo del lujo y el derroche.

Dice el presidente López Obrador que se tuvo que mal vender el avión porque tenía “fallas de origen”, lo cual es falso. Lo que sí es verdad es que un avión diseñado para viajes de un mandatario tiene una configuración diferente al de cualquier avión comercial y cambiarla cuesta millones. La cantidad de falsedades que se dijeron sobre el avión presidencial son difíciles de enumerar, quizá la mayor es ésa de que es un avión que “no tenía ni Obama”. No lo tenía porque los Air Force One son infinitamente superiores, los actuales y los que ya compró el gobierno de Estados Unidos para reemplazarlos.

Al final, se le vendió el avión al dictador Emomali Rahmon, que es presidente de Tayikistán desde que ganó una guerra civil que dejó cien mil muertos y un millón de refugiados en 1994. Un régimen con sanciones humanitarias, en un país extremadamente pobre y que está acusado de ser uno de los grandes pasos de la droga de Asia hacia Europa. Eso sí, su gobierno es un fiel aliado de Putin.

Excélsior