Francisco J. Ávila Camberos
Mi comentario de hoy es sobre los nuevos libros de texto gratuitos.
Antes, un poco de historia:
Cuando yo estudié la primaria no existían los libros de texto gratuitos. Al inicio de cada año escolar los maestros nos encargaban los libros de texto qué, previamente aprobados por las autoridades educativas, utilizaríamos a lo largo del curso. Nuestros padres los compraban nuevos o usados, según sus posibilidades económicas. Con frecuencia se reciclaban, porque los libros de los hermanos mayores eran utilizados por los menores. Existían libros muy buenos y otros regulares, pero había siempre opciones para escoger.
Gracias a esto pude darme cuenta de que la versión de la historia patria dependía de la visión e ideología de quienes la narraban. Había autores bastante objetivos y otros un tanto sesgados que por alguna razón suprimían pasajes de nuestra historia o simplemente los modificaban para adecuarlos a una narrativa que le convenía al sistema político de entonces.
Así, mientras se convertía a Don Porfirio Díaz en el villano favorito de México, magnificando sus errores y omitiendo sus aciertos, prácticamente todos los generales revolucionarios resultaban héroes nacionales, no obstante que acabaron luchando unos contra otros, traicionándose y matándose entre sí, simplemente por puras ambiciones personales.
Por simple comparación de unos textos contra otros, logré darme cuenta de que la realidad podía ser muy diferente a la narrada.
Eso robusteció mi pensamiento crítico, me ayudó a formar un criterio propio y a buscar en libros de diversos autores el aclarar mis dudas y a llenar los vacíos históricos dejados por los libros de texto.
A pesar de las fallas mencionadas, los alumnos de mi época pudimos acceder, gracias a esos libros, a la poesía de Díaz Mirón, a la de Espronceda, a la de Juan de Dios Peza y desde luego a la de connotados poetas españoles como Francisco de Quevedo y latinoamericanos como Rubén Darío.
Aprendimos también a actuar como buenos ciudadanos, a amar a México y a entender que la unidad de todos era indispensable para mejorar como nación.
Con la aparición de los libros de texto, gratuitos y además obligatorios, subrayo esta palabra: obligatorios, se logró que los padres de familia no tuvieran que desembolsar directamente su importe.
Pero déjenme aclararles una cosa: Nada de que son gratuitos, porque su precio se paga con el dinero de nuestros impuestos.
El verdadero problema que tienen es su obligatoriedad, porque los estudiantes carecen de opciones para conocer otros textos y otros puntos de vista.
Es como si nos obligaran a todos a leer un solo periódico, cuyo propietario fuera el Estado Mexicano o a escuchar una sola estación de radio que también le perteneciera.
Esto solo sucede en las dictaduras a las que les interesa que haya un pensamiento único para controlar mejor a la población.
Porque los libros no solamente sirven como herramienta indispensable para aumentar el conocimiento, sino también para adoctrinar cuando se les da a éstos un giro tendencioso de acuerdo con las modas ideológicas de los gobernantes en turno.
Por eso la inconformidad creciente de los padres de familia que han tenido acceso a los nuevos libros. Éstos se hicieron al vapor, sin cumplir con lo establecido en la Ley General de Educación de convocar previamente a maestros, padres de familia y pedagogos para conocer sus puntos de vista y en base a los acuerdos establecidos, elaborar los nuevos libros.
Aquí se han hecho las cosas al revés y en lo oscurito, bajo la tutela de personajes de filiación francamente comunista incrustados en la SEP, quienes por sus pistolas han sustituido la enseñanza científica por la ideológica, basada en el pensamiento socialista disfrazado de humanista de la actual administración.
Qué cómodo debe ser pensar como comunista y vivir en un país donde hasta ahora existe el libre mercado, que les paga salarios que en Cuba o Venezuela jamás recibirían.
Regresando a los nuevos libros de texto, le quitaron a uno de éstos el 90% de las páginas dedicadas a las matemáticas, pero en cambio, dedican un buen espacio a ensalzar la figura de guerrilleros que para conseguir financiamiento para sus planes; secuestraron, robaron y asesinaron a personas inocentes y ahora a esos delincuentes los presentan como luchadores sociales y paladines de la democracia.
Además, en los multicitados nuevos libros de texto se narran leyendas sacadas de quién sabe dónde, que más bien parecen extraídas de cuentos para adultos.
Fomentan el homosexualismo y la lucha de clases en lugar de promover la unidad nacional, tan necesaria para salir adelante.
De prevalecer los nuevos libros de texto, continuaremos en el rezago educativo y difícilmente podremos competir con éxito en una economía globalizada, porque mientras los niños japoneses de primaria aprenden a hablar 4 idiomas, a manejar matemáticas financieras, a utilizar con destreza las computadoras y adquirirán una cultura amplísima al llegar a leer 52 libros por año, los nuestros estarán condenados al rezago educativo, a la subordinación, a la mediocridad y al resentimiento enfocado hacia quienes han triunfado gracias al estudio, a su trabajo, esfuerzo, ahorro y sobre todo a su propio deseo de superación.
Que tristeza. Al que triunfa y sale adelante en México se le denigra ahora llamándolo aspiracionista, cuando debía servir de ejemplo a los demás para salir de la pobreza.
¿No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y buen inicio de semana.



