Federico Reyes Heroles
¿Cuál es la verdadera motivación? ¿Qué hay detrás de las engañosas palabras, de las mentiras sin recato? ¿Qué hay tan poderoso que ni las razones ni las emociones humanas más entrañables pueden frenarlo? ¿Qué le falta por destruir?
Se pensó que era un auténtico deseo de trascendencia histórica buscar un sitial junto a nuestros grandes héroes. Ya una desmesura: ¿Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y él juntos? No pasó demasiado tiempo para que la ansiedad de borrar el pasado aflorara. Adiós al sentido común de conservar lo que es útil e innovar donde se debe, en su propio beneficio. Lo dijo privado y con claridad una de sus corcholatas, ustedes no han entendido que se trata de destruir todo lo posible, para que todo sea nuevo. Guarderías, estancias infantiles, escuelas de tiempo completo sin repercusión para un verdadero ahorro. Por cierto, ya viene un nuevo avión presidencial. Fue puro circo. Ya no puede subirse a vuelos comerciales, porque las rechiflas están garantizadas. Por eso usa “modestos” aviones de la Fuerza Aérea, como un Grumman, de los más caros y lujosos en su categoría.
El impulso destructor de la mente autoritaria provocó escasez de medicinas dañando a millones, incluso matando. Nada lo detuvo, quinto año y sigue. De los verdaderos ahorros, del FEIP queda 14 por ciento. El de Gastos Catastróficos —33 mil mdp, que evitaba el empobrecimiento de las familias— fue succionado para otra ocurrencia: el Insabi, que en paz descanse. Y qué decir de las inversiones en Energía, sobre todo verde, por lo pronto paralizarlas, igual que al Inai, al que la SCJN rescató. El estorbo como expresión de poder. Ya atrapados por el paroxismo destructor, aparecieron palabras como “descuartizar” (A. A. López) y “exterminar” (M. Delgado) para referirse al INE. La ciencia “burguesa” también amenazaba nuestra identidad nacional, a liquidarla. Arrasar con todo es la consigna, por eso nació la “Nueva Escuela Mexicana” y sus libros en los que Pitágoras debe someterse a la sabiduría comunitaria.
“Ustedes no han entendido…”. Ya vamos entendiendo: instituciones, ahorros, burocracias profesionales, inversiones, una piqueta enloquecida. Pero, se nos olvidaron los intangibles. Los mexicanos tenemos fiestas, en ellas convivimos y sentimos orgullo de nuestras tradiciones, de nuestra historia, de nuestros verdaderos héroes. La principal, quizá el Grito, la noche del 15 de septiembre, el “Viva México” en la garganta de millones, en múltiples plazas. Parte del encanto de ese momento es precisamente que las discrepancias políticas quedan de lado. Los tres Poderes reunidos, como en la ceremonia del 5 de febrero. Juntos representan a la República que somos, plural, multiétnica, repleta de diversidad que nos nutre, esencia de México
Hubo avisos. Ya el 5 de febrero pasado, en el Teatro de la República, ante la imposibilidad de desaparecer a los representantes de los otros Poderes, se les arrinconó para cederles el lugar a los titulares de las Fuerzas Armadas. Ahora la enfermedad, porque lo es, que guía a nuestro gobierno, decidió no convocar a los otros dos Poderes a la noche del 15. Faltaba más, un Grito a la medida de la pulsión presidencial. Que desfile la Federación Rusa para mostrar mi simpatía al invasor. No satisfechos con el hecho de que la violencia —esa que no pueden contener o de la cual son cómplices— imposibilitó la ceremonia en municipios de Chiapas y Guerrero, además había que dejar la huella delirante del Supremo en el palco central del Palacio Nacional. Cómo describir la incontenible pulsión de acabar con todo para ser el Nuevo Creador de México.
Muchos términos de la psicología se le han asignado. Pero puede tratarse de algo más común, en grado superlativo y patológico: vanidad. Esa que no atiende a las razones hasta estar satisfecha… y nunca lo estará. Qué infierno vivir preso de ella y, lo peor, que un vanidoso arrastre a toda una nación.
Pero se irá, las instituciones prevalecerán, lo enterrarán.
Una vanidad criminal.
Excélsior




