Néstor “El Doogie” Olivares
No miento al decir que aproximadamente al 85 % de la población de México le importan 500 mil kilómetros de reata la política nacional.
Y es que por más que amemos a nuestro país y romanticemos en demasía el nacionalismo, nuestra tierra del nopal, la garnacha y la gomichela dista mucho de la política de altos vuelos que se maneja en el colectivo de las verdaderas potencias mundiales. Ahí tenemos por ejemplo, el caso del Brexit, donde los británicos votaron por permanecer como miembro (palabras limpias) o no de la Unión Europea, o los gringos, que pese a cuestiones muy criticables, están atentos a los debates de candidatos presidenciales, en donde se manejan temas de economía global y cuestiones sobre conflictos armados. En tanto en México, pues lo que sabemos de política no son más que los escándalos de corrupción, temas banales y los actos de comedia involuntaria y vulgar que suceden en el Congreso o en la presidencia (por cierto, ¿ya vieron el video donde el presidente se pedorreó en su oficina? búsquenlo en redes sociales, es real), algo que ya vemos como cotidiano y por ende, no le damos la importancia debida, sabemos que ahí está sucediendo, sin importar día, mes o año que sea.
Salvo los que nos dedicamos al apasionante deporte del chisme político, los grupos de poder con intereses en las decisiones gubernamentales y legislativas y la gente informada y en verdad interesada; el resto de la población en México ocupa su pensamiento en cosas de muchísima más valía para ellos en el cotidiano, como sobrevivir precisamente a las consecuencias de las decisiones gubernamentales y legislativas, y que no es hasta el momento en que les llega una consecuencia negativa de chingadazo cuando alzan la cabeza y lanzan la pregunta “ora, pues ¿a qué hora pasó eso?” y es cuando ya intentan reaccionar o resignarse a lo que ya pasó.
Pero es precisamente la estandarización de una clase política más corriente que una Barbie pirata del mercado (porque está bien que la constitución lo permite, pero seamos sinceros, nos supermamamos con diputados con apenas la secundaria terminada que ni leer bien pueden) lo que ha creado en la mente de la flota mexa este desánimo por no estar al pendiente de lo verdaderamente importante en la política: las iniciativas de ley, el proceso legislativo, la votación y su aplicación, y miren que toda la información es pública y ahora al alcance de todos con unos cuantos clics, pero resulta más divertido compartir por Whatsapp memes de Piolín con bendiciones mañaneras, que agarrar el celular para investigar qué están haciendo aquellos a los que les dimos el honor de representarnos en la máxima tribuna legislativa y tomar decisiones a nuestro nombre y eso está de la chingadísima, porque se nos olvida el tema de la rendición de cuentas y la exigencia de tratar temas de importancia para el colectivo y no para unos cuantos.
Y ahora, en los inicios formales de este nuevo y decisivo proceso electoral en el que es importantísimo fomentar en la raza el interés en los temas de la agenda de la política nacional, aunque digan “naaah, son políticos, pinshis ratas”, “siempre es lo mismo”, “los rateros de siempre”, debemos insistir en la cuestión de la “evangelización” en los temas públicos, porque en mi cochina vida me había tocado vivir una elección tan decisiva como la que está por venir, en un ambiente totalmente polarizado y con muchísimo en juego para el futuro del país en el que vivimos todos, a los que de verdad nos importa y a los que no y de esta manera tener las herramientas necesarias para poder actuar en los momentos idóneos para hacerlo y no sorprendernos cuando ya nos cayó el chingadazo.
Sí, la polaca nos debe de importar, si es que en verdad queremos que las cosas cambien.
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