Néstor “El Doogie” Olivares
Luego de un arranque aletargado, la segunda mitad de 2023 termina más intensa que esposa descubriendo en el celular del marido los amorosos mensajes de “Jaime Mecánico”.
Y es que seamos sinceros, en este año el aspecto de lo público estaba más aburrido que la tía Conchita echando el rosario, donde lo más relevante era el proceso interno de MORENA (el cual resultó más falso que mi ex diciendo que no me demandaría pensión), proceso para lo que no se necesitaba ser mago y saber quién sería la bendita desde palacio. Sin embargo la irrupción de Xóchitl Gálvez le vino a dar al asunto un saborcito especial y meter una entumida a la 4T, a tal grado que el presidente tuvo la necesidad de jugar la carta fosfo-fosfo para intentar reducir este impacto, con las consecuencias que para este momento ya conocemos y que, nada más a falta de ver la siguiente jugada de MC, deja la mesa lista para la destazadera que será el proceso electoral de 2024.
Mientras tanto, las maquiavélicas jugadas de nuestro cabecita de algodón para intentar concretar su jugada “El Estado soy yo” tipo Luis XIV, nos hizo tener una serie brutal de encontronazos con los órganos y poderes autónomos, donde en una parte, el INE, bajo la presidencia de Lorenzo Córdova, resistió lo más que pudo hasta la salida de éste, lo cual, conjugado con la rebelión reciente y el abrupto cambio de presidencia en el Tribunal Electoral, nos viene dejando en el aire la cosa de la imparcialidad ante lo que se va a venir en el siguiente mes de junio. Mención aparte sus letanías por descalificar a la Suprema Corte y su nueva titular, por no someterse a su control, generando en el camino manifestaciones sociales que pugnan por mantener la necesaria división de poderes y la existencia de contrapesos en el poder.
De ahí, lo que hemos tenido en este año que termina no ha sido más que una brutal escalada de violencia en distintos puntos de la geografía de nuestro cuerno de la abundancia, donde lo que más abunda es la inseguridad y la permisiva operación de los grupos delictivos, así como el aumento en la despachada de programas sociales como una notoria herramienta para sumar clientela electoral. También es necesario mencionar la continuación de la crisis de desabasto de medicamentos, escándalos de corrupción que tocan hasta los círculos más altos de la actual administración (sí, igual que los de antes, chance hasta peor), obras magnánimas que continúan brillando por su inconclusión, pero que celebran más que la gente de Tlaxcala cuando les pusieron unas escaleras eléctricas y la cereza en el pastel: el impacto del huracán “Otis” en Guerrero y como sus fuertes vientos dejaron al descubierto la ineptitud y total valemadrismo de esta administración ante las necesidades y sufrimiento de lo que ellos mismos han llamado “el pueblo bueno”, cosas que de a poco han ido llenándole el costal de piedritas y que seguramente tendrá consecuencias en las urnas, aunque para quien gobierna y su camarilla pareciera que México vive una hermosa utopía de bienestar que es tan buena y palpable, que debería continuar.
Le mesa está servida con antecedentes y perspectivas para un año que será crucial en la historia de México; esperemos que como ciudadanos podamos estar a la altura de su importancia.
Nos leemos en enero de 2024 y como dijeran en el barrio: “ahí luego”.
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