El error de septiembre

Macario Schettino

El martes 20 de diciembre de 1994, el gobierno mexicano anunció que modificaba la banda de flotación (el régimen en que estaba el tipo de cambio entonces) en 15 por ciento. La reacción fue una corrida contra las reservas del Banco de México, que se redujeron a la mitad en pocas horas. Cerraron ese día en 6 mil millones de dólares, frente a una deuda de muy corto plazo de 25 mil millones. Era la quiebra. Frente al desastre, el gobierno entrante reclamó que le habían dejado colgada la economía de alfileres, a lo que el gobierno saliente respondió preguntando, ¿por qué se los quitaron?

Creo que el mote de ‘error de diciembre’ lo inventó Carlos Salinas, para cargar toda la culpa a Ernesto Zedillo, quien había llegado a la Presidencia de rebote, después del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Salinas, por su parte, se convirtió en presidente en la elección más dudosa de la historia, en 1988. Desde el poder, sin embargo, fue muy hábil para legitimarse. Rumbo a la elección de 1991, construyó un programa social, Solidaridad, con el que movió recursos a grupos específicos, y con ello ganó esa elección. Para 1994, además, hizo uso de todo el dinero posible desde el gobierno, al grado de que Zedillo mismo se disgustó con el exceso. Hay que recordar que ya teníamos, desde 1990, un IFE con presencia ciudadana, pero sin fuerza suficiente. Después de esas elecciones salinistas, en 1996 se construyó un IFE de verdad ciudadano y de verdad fuerte. Ahí empieza la democracia en México.

López Obrador se hizo del poder prácticamente al ganar la elección en 2018. El gobierno de Peña Nieto simplemente desapareció, y eso le permitió al presidente electo cancelar la construcción del Aeropuerto de la Ciudad de México antes de tomar posesión formal del cargo. Curiosamente, nadie le llamó a eso ‘el error de octubre’, aunque su impacto en la economía fue importante. Antes de eso, crecíamos al 2 por ciento anual, como era lo normal. Después, nos fuimos frenando hasta llegar a -1 por ciento justo antes de que llegara la salvación: la pandemia. Ahí se ocultó ese error, y se construyó el colchón que permitiría llegar a 2024 apenas iniciando la crisis fiscal y con la ilusión de crecimiento.

Uno de los argumentos más curiosos de las ranas que están en el agua hirviendo es que los críticos no vimos lo que ocurriría en la elección por estar en una burbuja. Burbuja es la vivíamos en 1994, que se pinchó con los alfileres del error de diciembre. Afortunadamente, una crisis como aquélla es imposible hoy, gracias al tipo de cambio flexible, y a las remesas, sin las cuales tendríamos hoy exactamente el mismo déficit en cuenta corriente que nos llevó a la quiebra en aquel año. Burbuja la que tenemos hoy en las finanzas públicas.

Ya comentamos que el triunfo del oficialismo, abrumador, fue resultado de una elección no democrática, sino salinista: con un INE débil, recursos dirigidos a grupos y abundancia de gasto desde el gobierno. Pero también por la sensación de que la economía está bien. Si comparamos con la pandemia, es cierto, y pocos recuerdan algo previo a ese evento. Pero la burbuja ahí está, y puede estallar.

En la semana pasada se hizo evidente la amenaza: López Obrador no quiere irse. Quiere su mayoría calificada en el Congreso, y quiere sus reformas, especialmente la del Poder Judicial. Quiere seguir opinando, y está dispuesto a guiar a su sucesora, aunque también está interesado en que sus hijos participen activamente en el gobierno. Es una diarquía.

En septiembre inicia la LXVI Legislatura, con mayoría abrumadora del oficialismo, tal vez mayoría calificada. Si para entonces López Obrador no ha sido controlado, espere usted el ‘error de septiembre’.

El Financiero