“Pensá en los que murieron” es el título de un poema de Ernesto Cardenal, el célebre poeta y sacerdote nicaragüense que, al triunfar la Revolución Sandinista en 1979, fue ministro de Cultura y uno de los pilares del movimiento que acabó con la cruenta dictadura de Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua. “Cuando recibís el nombramiento, el premio, el ascenso/ pensá en los que murieron” (…)/ Cuando te aplaudan por subir a la tribuna con los dirigentes/ pensá en los que murieron” (…).
¿Pensará Daniel Ortega alguna vez en los que dejaron su vida por esa revolución que se suponía iba en pos de la democracia y la justicia, ahora que quiere aferrarse al poder durante más tiempo aún? A través de otra reforma constitucional, acaba de nombrar a su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, “copresidenta” de Nicaragua, con los mismos derechos que Ortega, para que, si alguno de los dos muere, el otro pueda seguir en el poder, sin mediar elecciones, y abrir la vía para que más tarde uno de sus hijos los suceda.
El régimen reprime sin piedad desde abril de 2018 a los opositores, a la sociedad civil, a medios y periodistas, a oenegés y a la Iglesia católica, así como a toda persona u organización que ose criticarlo. Algunos medios ya hablan de que es una “monarquía”.
Sin embargo, “no sería correcto hablar de una ‘monarquía’, sino de una autocracia fuertemente institucionalizada que avanza cada vez más hacia un régimen totalitario”, dice a DW Desirée Reder, politóloga del Instituto GIGA, de Hamburgo, quien se dedica a la investigación sobre la situación en Nicaragua desde hace varios años. “Es un régimen autocrático que todavía lleva a cabo elecciones, que no son libres”.
En los años 80 surgieron en todo el mundo grandes movimientos de solidaridad con la Revolución Sandinista. Miles de alemanes también se comprometieron con esa labor. ¿Qué piensan hoy de la situación actual en Nicaragua ?
“Es una decepción muy grande ver lo que está pasando, porque pusimos grandes esperanzas en la Revolución”, dice a DW Barbara Lucas, coordinadora de la Oficina de Información sobre Nicaragua, en Wuppertal, sede desde 1978 del Comité Independiente de Solidaridad con Nicaragua.
“En ese momento se pensaba que era un modelo distinto al de la República Democrática Alemana, o al de otros países del este de Europa”, agrega. “Pero si miramos lo que sucede hoy en Nicaragua, ya no hay ningún margen para la democracia. Eso desilusiona y asusta al mismo tiempo”, afirma.
El germen de la autocracia ya estaba en la Revolución
Sobre todo, es necesario “hacer autocrítica y entender qué es lo que no pudimos ver en ese momento. Como alguien de izquierda, me resulta alarmante lo poco democráticos que son ahora quienes surgieron del sandinismo. Creo que en los años 80 ya había indicios de ello, pero, al menos yo, no me enfoqué en eso”, admite Barbara Lucas.
¿Algunas de las señales? “Yo trabajaba con grupos de mujeres en Nicaragua, y ya entonces tematizábamos en Alemania las estructuras autoritarias, los valores machistas de los guerrilleros, como que había que sacrificar la vida, arma en mano”, ejemplifica Barbara Lucas, quien conoció personalmente a Daniel Ortega.
El periodista y politólogo Bernd Pickert, del diario alemán Die Tageszeitung (taz), viajó varias veces a Nicaragua para trabajar en los barrios más pobres: “Es devastador ver que líderes de una revolución que quiso ser la alternativa a una dictadura, a una familia que se enriquecía a costa del pueblo, ahora vuelvan a hacer eso mismo”, dice a DW.
Pickert formó parte de una alianza de partidos socialdemócratas y verdes en Berlín que antecedió al partido Alianza 90/Los Verdes. “Se enviaban brigadas de construcción, y ayudábamos a financiar sistemas de agua potable”, cuenta. También se quería hermanar al distrito de Berlín-Kreuzberg con el municipio nicaragüense de San Rafael del Sur. En ese momento, “Nicaragua era atacada por la guerrilla de los Contras, financiada por el gobierno de Ronald Reagan”, recuerda.
Junto a los partidos y movimientos solidarios había grupos religiosos, iglesias y sindicatos que apoyaban la revolución en Nicaragua. Según Desirée Reder, “el movimiento revolucionario sandinista en sí mismo fue muy heterogéneo. Es importante entender eso para saber cuáles son los distintos frentes en la actualidad”.
A juicio de Bernd Pickert, “algunos elementos de lo que sucede actualmente ya eran visibles al comienzo de la Revolución. Aunque muchos de nosotros no queríamos verlos. Por ejemplo, el hecho de que existía una guerra, un orden jerárquico militar, consignas militares, que para un alemán eran algo impensable en esa época”, subraya. “Era una guerrilla convertida en partido, una organización político-militar que no tenía antecedentes democráticos”, puntualiza.
Y habla de la “prepotencia de algunos dirigentes, tanto de alto nivel como a nivel comunal, regional y nacional”. Esas cosas “se discutían entre los que éramos parte del movimiento de solidaridad, pero todo se disculpaba con las circunstancias”, resume. “También las persecuciones internas dentro del movimiento revolucionario”.
Esas características eminentemente militares, coincide Barbara Lucas, “dificultaron encontrar los matices para poder discutir libremente la complejidad de los problemas sociales en Nicaragua”.
La solidaridad con Nicaragua continúa en otras formas
“A pesar de que fue una gran luz de esperanza para América Latina, la Revolución fue, en esencia, una guerra”, sigue Bernd Pickert. “Había lemas como ‘Aquí no se rinde nadie’, racionamiento de alimentos, y los Comités de Defensa Sandinista en los barrios eran copia exacta de los Comités de Defensa Revolucionaria de Cuba”.
Para la experta del GIGA Desirée Reder, “uno de los aspectos fundamentales que se pasaron por alto luego del triunfo del sandinismo fue crear un sistema de Justicia que reconociera los crímenes y las injusticias de la Revolución y la guerra civil”. El sabotaje al gobierno de Violeta Chamorro, en 1990, con protestas violentas, “socavó más aún los principios democráticos”. Lo cual se consolidó con el pacto al que accedió el presidente Arnoldo Alemán con Ortega, en 1998, “que terminó de minar las bases democráticas”.
Pero la solidaridad con Nicaragua continúa en Alemania en los contactos con los exiliados, destaca Barbara Lucas, quien apoya especialmente a “los grupos de valientes mujeres que se organizaron para salir a protestar en 2018 y 2019, y ahora viven en el exilio”, en la lucha contra la polarización y la deshumanización en la política.
Bernd Pickert tampoco pierde la esperanza de una perspectiva democrática para Nicaragua. “El contacto con los amigos que hoy en día viven en el exilio es importante”, dice. Y menciona que en Alemania se realizan conciertos, exposiciones, y manifestaciones por el regreso de la libertad y la justicia en Nicaragua.
dw
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