Héctor De Mauleón
El 19 de noviembre, a la una de la tarde, un grupo armado de Los Viagras ingresó en la comunidad de Cenobio Moreno, entre Apatzingán y Aguililla y se dirigió al centro de acopio limonero Frudiler para prenderle fuego. El lugar se encontraba cerrado debido a las amenazas del crimen organizado contra los organizadores, por lo que afortunadamente no hubo pérdida de vidas humanas.
El hecho fue atribuido a César Alejandro Sepúlveda Arellano, El Botox, uno de los aliados de Los Viagras que se encuentra al frente del grupo criminal conocido como Blancos de Troya.
Por esos días, el exsacerdote Gregorio López Gerónimo, conocido como el Padre Goyo dio a conocer un video que mostraba cómo decenas de árboles de limón habían sido arrasados con maquinaria pesada por el crimen organizado, para obligar a los productores a pagarle cuotas por cada kilo cosechado.
Según la denuncia del exsacerdote, Los Viagras y sus aliados habían talado 100 hectáreas de cultivo en una semana. El Padre Goyo denunció también que El Botox les decía a los productores que tenían que pagar el 50 por ciento de las extorsiones al gobernador, Alfredo Bedolla.
La crisis de los limoneros estalló nuevamente tras el asesinato, en su propio rancho del municipio de Buenavista, del productor y empacador José Luis Aguiñaga, asesinado por Los Viagras, según los productores, al no haber podido pagar la extorsión de un millón de pesos que se le exigía.
Después de un largo tiempo de enfrentamientos y detenciones de operadores y sicarios, de la presencia del Ejército y la Guardia Nacional, así como del trabajo de inteligencia de la subsecretaría de investigación especializada de Michoacán, Los Viagras salieron de Apatzingán y de Buenavista, bastiones que controlaron durante años, para refugiarse en las zonas serranas, desde donde dirigen sus operaciones.
Nicolás Sierra Santana, El Gordo Viagra, cabecilla de esta organización, que opera en alianza con el Cártel Jalisco, buscó refugio en la apartada localidad de Catalinas. Su aliado, El Botox, opera mientras tanto en las inmediaciones de Cenobio Moreno.
En toda esa zona las autoridades han detectado laboratorios de elaboración de drogas sintéticas, drones con artefactos explosivos, vehículos de los conocidos como “monstruos”, e incontables campamentos del crimen organizado: hace solo unos meses, la detención de un operador apodado Caracortada, reveló que un colombiano, al que se conoce como El Llanero, se hallaba a cargo del entrenamiento de los sicarios en estos campamentos.
La zona no solo está infestada de halcones, sino también de caminos minados. El control de las comunidades serranas es completo: tanto Sierra Santana como Sepúlveda Arellano han construido una sólida base social que, a plata o plomo, ha vuelto sus bastiones prácticamente inexpugnables.
A pesar del imponente cerco militar, continúa la presión sobre los productores. Según los testimonios, de manera telefónica se fija el monto de las extorsiones, así como el sitio en donde estas van a ser cobradas. Enviados a bordo de motocicletas llevan los mensajes de los jefes criminales. En el centro mayor de la producción de cítrico a nivel nacional, el crimen organizado tiene amenazados, arrinconados, amedrentados a los productores.
En agosto y septiembre pasados se detuvo el corte, de acuerdo con los limoneros, como una protesta frente al constante asedio criminal. Tras el asesinato de José Luis Aguiñaga la producción volvió a detenerse, pero solo por unos días puesto que las amenazas directas se incrementaron.
Los productores de Michoacán se encuentran entre la espada y la pared. Por un lado, El Gordo Viagra y El Botox; en otras zonas del estado, las amenazas del Cártel de Acahuato, del Cártel de Zicuirán, del Cártel de Tepalcatepec y del Cártel de Churumuco. Y por otro, la industria: las grandes empresas limoneras que, sin ninguna regulación que les estorbe, acaparan el mercado, compran el producto al precio que ellas mismas imponen y muchas veces dejan sin ganancias a los productores, que se ven obligados a vender sí o sí: para pagar las extorsiones y tratar de sacar algo de sus cosechas.
Los Viagras se fueron de Buenavista y de Apatzingán, pero su imperio no ha sido desmantelado. El de la industria limonera, mucho menos.
El Universal
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