¡El apellido López ya no pesa! Andy se desploma, Adán se hunde y Harfuch emerge como el nuevo gallo de la 4T

La sucesión en Morena rumbo a 2030 se está convirtiendo en un espectáculo de caídas, traiciones y relevos forzados. Como lo expone Azucena Uresti en su columna Fila Cero en El Universal, el apellido López, que parecía ser garantía de poder, hoy es casi un estorbo.

Andy López Beltrán, el hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, pasó de ser considerado “operador en las sombras” a quedar quemado por la exposición mediática. Mientras su padre predicaba austeridad, Andy se paseaba en viajes exclusivos y compras de lujo. El famoso grito de “¡Andy presidente!” terminó convertido en burla, en un recordatorio de que ni el apellido alcanza cuando la imagen pública es la de una contradicción viviente.

Otro López, Adán Augusto, tampoco despega. Exsecretario de Gobernación y hombre de confianza de AMLO, hoy enfrenta su propio pantano: haber protegido a un personaje señalado como líder criminal en Tabasco lo persigue como una mancha imposible de borrar. Su eventual candidatura se percibe más como un acto de lealtad que como un proyecto de nación.

Gerardo Fernández Noroña, fiel a su estilo incendiario, sigue en la contienda, pero sus desplantes, humillaciones a ciudadanos y contradicciones entre discurso y estilo de vida lo han dejado atrapado en el papel de figura incómoda.

En el caso de Marcelo Ebrard, su experiencia internacional y eficiencia como funcionario contrastan con la cicatriz política que le dejó enfrentarse a Claudia Sheinbaum. Su papel hoy es incierto: no es favorito, pero tampoco descartable.

Y cuando todos parecen desgastados, surge Omar García Harfuch. El exjefe de la policía capitalina aparece en las encuestas con altos niveles de aceptación y una imagen de eficacia difícil de atacar. Aunque AMLO le cerró la puerta en la CDMX, Harfuch se abre camino como el rostro fresco que podría oxigenar a la 4T.

El tablero está en movimiento. Lo único claro es que el mito del apellido se desplomó: ser López ya no garantiza la herencia del poder. La sucesión se definirá entre sobrevivir a la sombra de AMLO o desafiarla de frente.

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