El rugido del Tren Maya, inaugurado en diciembre de 2024, resuena más allá de los rieles: divide a un país entero. Con un costo de 30 mil millones de dólares, 1,550 kilómetros de vías y la promesa de sacar de la pobreza a más de un millón de personas, la obra consentida de Andrés Manuel López Obrador fue presentada como el motor que llevaría al sureste mexicano al futuro. Pero bajo sus ruedas podría estar aplastando millones de años de historia natural y cultural.
El periodista Michael Finkel, en un demoledor reportaje para National Geographic, expone cómo este megaproyecto se ha convertido en una batalla entre la esperanza y la devastación.
Cenotes convertidos en escombro
El biólogo Roberto Rojo presenció el momento en que un taladro industrial perforó un cenote en Yucatán: estalactitas cayendo, agua cristalina convertida en lodo y 40 pilares de acero y cemento incrustados en una sola cueva. Según su recuento, ya suman más de 15,000 pilares que podrían detonar un colapso ecológico en la península, donde los cenotes son fuente de agua dulce para millones de personas y refugio de especies en peligro. Rojo no duda en llamarlo “ecocidio”.
El país partido en dos
El Tren Maya ha roto amistades, familias y comunidades. Rojo, defensor de la selva, ahora es enemigo de su excompañero de exploraciones, Germán Yáñez, quien asegura que el proyecto traerá justicia social y que sin él, la región seguiría condenada a la miseria. La división es profunda: ¿progreso o destrucción? ¿O las dos cosas al mismo tiempo?
Engaños, amenazas y patrimonio en ruinas
El reportaje de Finkel recupera denuncias del periodista Otto von Bertrab, quien afirma que AMLO mintió descaradamente al prometer que “no se talaría ni un solo árbol”. La realidad: millones de árboles derribados, cenotes perforados y 25,000 reliquias destruidas, según The Washington Post.
Cuando las protestas crecieron y científicos, artistas y activistas se opusieron, la respuesta del gobierno fue tacharlos de “enemigos de México”. Otto incluso recibió llamadas de amenaza de muerte. Y cuando la Suprema Corte declaró ilegal la construcción sin estudios ambientales, AMLO declaró el tren “asunto de seguridad nacional” y puso al ejército a cargo.
¿Progreso o ruinas en cámara lenta?
Los defensores del tren, como el académico Étienne von Bertrab, sostienen que se trata de un parteaguas histórico que dará equidad, empleos y conectividad. El gobierno presume un rescate arqueológico de más de 871,000 piezas y un programa de reforestación con 500 millones de árboles, aunque críticos lo califican de maquillaje verde.
Pero la realidad inmediata es otra: las estaciones están mal ubicadas, los pasajeros no alcanzan ni el 20% de lo esperado y los costos de mantenimiento en la selva tropical prometen ser un hoyo financiero sin fondo.
El legado de AMLO
Al final, el Tren Maya podría convertirse en dos cosas muy distintas: un símbolo mundial de cómo un país apostó por el futuro… o una ruina oxidada, devorada por la selva y recordada como el monumento al ecocidio del siglo XXI.
Mientras tanto, en los cenotes de Yucatán, el cemento sigue escurriendo.
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