Las declaraciones de Ismael “El Mayo” Zambada en Nueva York no solo estremecen a la justicia estadounidense, sino que revientan las costuras del sistema político mexicano. Así lo advierte Jorge G. Castañeda en su columna El canto del Mayo publicada en El Universal, donde desnuda la magnitud de un país que ha cedido soberanía, justicia y dignidad a los tribunales del norte.
El capo sinaloense, al que ni el tiempo ni las guerras del narco lograron tumbar, ahora se sienta frente a la justicia estadounidense y deja caer frases que, aunque incompletas, bastan para abrir un abismo: políticos sobornados, militares comprados, elecciones manchadas, y medio siglo de connivencia entre el narco y el Estado mexicano.
Castañeda recuerda que bastaría con que “El Mayo” confirmara nombres para que se revelara la historia real de México: desde la Operación Cóndor en los setenta, pasando por las campañas presidenciales —incluida la de López Obrador en 2006—, hasta los comicios recientes en Sinaloa y Michoacán. El mapa de la corrupción no es una anécdota: es la columna vertebral de la política mexicana.
Pero lo más brutal no está en lo que Zambada diga o calle, sino en lo que revela el sistema: México no juzga a sus narcos, Estados Unidos lo hace por él. Caro Quintero, El Chapo y ahora El Mayo: tres gigantes del crimen que acabaron sentenciados en cortes extranjeras. Para Castañeda, esta es la confesión más dura: México ha claudicado en su deber de impartir justicia y ha entregado su soberanía.
A ello se suma la narrativa oficial de Washington: un país desangrado por cientos de miles de muertos, miles de millones de dólares en ganancias del narco, millones de toneladas de droga traficada y una corrupción que permea desde policías hasta presidentes. El retrato es devastador, y lo más incómodo es que no se limita a un gobierno: incluye al PRI, al PAN y a Morena por igual.
El “canto del Mayo” no solo es el testimonio de un capo: es el espejo roto en el que México se ve obligado a mirarse. Y la pregunta es brutal: ¿quién manda realmente en este país, el Estado o el narco?
Porque, como bien dice Castañeda, lo que Zambada sabe nunca se quedará solo con él. Aunque los nombres no se publiquen, alguien ya los tiene. Y ese alguien no está en México, está en Estados Unidos.
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