¿El Trump mexicano? Ricardo Salinas Pliego calienta motores rumbo al 2030 y ya incomoda a Palacio Nacional

El fantasma de un candidato incómodo recorre México y no proviene de los partidos políticos, sino de las filas empresariales. Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, Banco Azteca, Elektra y Totalplay, juega al “no quiero, pero si es necesario lo haré”, y esa ambigüedad es la gasolina perfecta para alimentar la especulación de un destape rumbo al 2030.

El periodista Mario Maldonado, en su columna de El Universal, revela cómo el empresario ha ido moldeando, quizá sin proponérselo, un perfil de outsider político que podría irrumpir con fuerza en un electorado desencantado. Y no es cualquier electorado: hablamos de los 38 millones de mexicanos que no votaron en 2024, una mina de oro política que ni Morena ni la oposición han sabido conquistar.

Salinas Pliego no es político, pero sí sabe de espectáculo y de atención mediática. Con casi 3 millones de seguidores en X, un discurso irreverente y un estilo que provoca y divide, se ha convertido en el empresario más comentado en la arena pública. Sus mensajes —mezcla de sarcasmo, crítica al gobierno y defensa de sus negocios— le han dado un capital que pocos políticos tradicionales poseen: la capacidad de marcar agenda.

No faltan los paralelismos internacionales: Donald Trump en EE. UU., Jair Bolsonaro en Brasil, Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador. Todos llegaron como “antisistema”, enfrentando a las élites políticas y seduciendo a los hartos de la política de siempre. ¿Por qué México sería la excepción?

El propio Maldonado recuerda que incluso Claudia Sheinbaum ya tuvo que responder preguntas sobre el posible salto del magnate a la política. Su respuesta fue señalar los adeudos fiscales del empresario como impedimento para contender. Pero en política mexicana, la victimización suele ser trampolín: si Morena insiste en convertirlo en enemigo público, podría terminar haciéndole un favor.

Las encuestas lo confirman: más del 40% de los mexicanos estarían dispuestos a votar por un candidato fuera de la política tradicional. En ese terreno fértil, un multimillonario con poder mediático, millones de clientes cautivos y un discurso de “si hace falta, yo entro” puede convertirse en un competidor real.

La pregunta ya no es si Ricardo Salinas Pliego quiere ser presidente. La pregunta es si México está listo para su propio Trump, y si los partidos tradicionales serán capaces de frenarlo antes de que el 2030 se convierta en la elección más disruptiva de nuestra historia reciente.

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