Lo que parecía un ataque limitado a Ucrania encendió todas las alarmas en Polonia: drones rusos violaron su espacio aéreo, provocando un operativo inmediato con cazas militares y defensas antiaéreas en máxima alerta.
El incidente, denunciado por la Fuerza Aérea ucraniana a través de Telegram, ocurrió mientras gran parte del oeste de Ucrania estaba bajo ataque. Polonia confirmó que los objetos no tripulados cruzaron hacia Zamosc y Rzeszow, obligando a cerrar cuatro aeropuertos, incluido el internacional Chopin de Varsovia, en lo que la FAA estadounidense describió como “actividades militares no planificadas”.
El fantasma de la escalada no es nuevo. En 2022, dos misiles rusos mataron a dos civiles en Przewodow, y en 2024 un misil de crucero sobrevoló Polonia durante 39 segundos. Pero ahora, la situación es más explosiva: Rusia y Belarús iniciarán el 11 de septiembre las maniobras militares “Zapad”, descritas por el primer ministro Donald Tusk como “muy agresivas”. Varsovia ya cerró su frontera con Minsk, mientras Lituania y Letonia reforzaron sus límites.
La crisis se enmarca en un clima de máxima tensión: la OTAN observa con preocupación, Polonia habla de seguridad nacional y Minsk acusa a Varsovia de “abusar de su posición geográfica”.
El mensaje es claro: cada dron, cada misil y cada maniobra militar acercan a Europa a un escenario temido desde 2022: que la guerra de Ucrania salte la frontera y arrastre al continente entero al abismo.
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