México, bajo la sombra de la CIA: así operan las unidades secretas que cazan capos para Washington

La captura de Ovidio Guzmán en enero de 2023 no fue solo una operación militar mexicana: detrás de los helicópteros artillados y los soldados estaba el ojo invisible de la CIA. Una investigación de Reuters destapó lo que por años se manejó en la penumbra: unidades de élite mexicanas entrenadas, financiadas y hasta examinadas con polígrafo por la inteligencia estadounidense.

Estas fuerzas, conocidas como “verificadas por la CIA”, se han convertido en el músculo más eficaz en la cacería de capos en México. No son pocas: al menos dos operan hoy en el país bajo un esquema de cooperación tan estrecho que coloca a la CIA como el verdadero guardián de las operaciones antinarcóticos al sur de la frontera.

El hallazgo expone un giro profundo: la DEA, durante décadas el rostro visible de la “guerra contra las drogas” en México, ha sido relegada. Ahora, desde Langley, Virginia, la CIA coordina drones, financiamiento, inteligencia y hasta un Centro de Misiones para las Américas y Antinarcóticos, diseñado para poner a México en el centro del mapa estratégico de Washington.

La relación, sin embargo, es de alto voltaje. Donald Trump amenazó con acciones militares unilaterales en territorio mexicano, mientras que la presidenta Claudia Sheinbaum ha endurecido la ofensiva contra el Cártel de Sinaloa y extraditado a más de 50 presuntos narcos a EE. UU., dejando claro que una intervención directa norteamericana sería una “línea roja”.

Pero el trasfondo es brutal: ni las capturas espectaculares ni las extradiciones han frenado la epidemia de fentanilo. Cada año, entre 50 mil y 75 mil estadounidenses mueren por sobredosis de opioides sintéticos fabricados en México. En territorio nacional, los golpes contra capos han fracturado a los cárteles, desatando guerras internas que alimentan el baño de sangre.

El problema no solo es la droga, sino el costo de tener al vecino del norte con la lupa y la mano metida en la seguridad nacional. La CIA opera en México con discreción y sin rendir cuentas. Y mientras Washington presume cooperación, la soberanía mexicana se juega en un tablero donde, al parecer, el verdadero jugador dominante se sienta en Langley.

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