Eduardo Sergio de la Torre Jaramillo
En los años ochenta en el país, la forma de hacer política de la izquierda y la derecha, por llamarles de alguna manera, mantuvieron un núcleo duro de valores: ética, honorabilidad, responsabilidad, compromiso, dignidad; en donde cada flanco político tenía un fin: la democratización del régimen político.
Los fenómenos políticos provenían de la “matria” como le llamó el historiador Luis González y González a las aportaciones de los estados; por ejemplo, de lado del PAN se encontraron: Ernesto Ruffo Apel en Baja California; Luis H. Álvarez y Francisco Barrio Terrazas en Chihuahua, Manuel J. Clouthier en Sinaloa, Fernando Canales Clariond en Nuevo León, Rodolfo (El “Negro”) Elizondo en Durango; quienes fueron llamados los “Bárbaros del Norte”, era el neopanismo, cuya característica es que fueron los empresarios quienes se metieron a dar la batalla por la democracia, primero en sus estados, y después en el país.
En el lado de la izquierda, estuvieron Heberto Castillo Martínez en Veracruz y la capital del país, Gilberto Rincón Gallardo en el otrora “Distrito Federal”, Arnoldo Martínez Verdugo, éste último como candidato presidencial en 1982.
Resalto uno de los liderazgos éticos más importantes del siglo pasado, el Dr. Salvador Nava Martínez en San Luis Potosí, quien se ubicó más en la sociedad civil, que en algún partido político o ideología. En el 2023 visité con mi familia ese estado, y la pregunta que me hice fue: ¿qué le pasó a los potosinos para que los gobierne el PVEM con un personaje señalado como miembro de un grupo ilegal?, de las luchas cívicas en contra de los cacicazgos como lo fueron Gonzalo N. Santos y Carlos Jonguitud Barrios, ¿dónde perdió el rumbo la sociedad potosina? Y esta reflexión amerita pensarla no sólo para ese estado, sino para todo el país.
Se podría decir que la sociedad mexicana, en las regiones empujaron la democracia desde los años ochenta hasta la reforma electoral zedillista de 1996, allí se retiró la sociedad mexicana, y le dejó el camino a los partidos políticos para que concretaran los esfuerzos ciudadanos, a través de la creación de nuevas instituciones electorales y de una nueva normatividad electoral en pro de la democracia.
Si bien, de esas luchas estatales se transitó hacia la disputa de la nación a través de proyectos políticos, económicos y sociales distintos a los del gobierno, esta característica fue lo que aportó la corriente democratizadora del PRI, con Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y que posteriormente gracias a la generosidad de Heberto Castillo Martínez le cedió el registro del Partido Mexicano Socialista para fundar el PRD. Este periodo lo puedo ubicar de 1986 al año 2000, cuando ganó Vicente Fox Quesada la presidencia de la república.
Es pertinente comentar que, gracias a la reforma electoral de 1996, el país accedió a la democracia, finiquitando la era del PRI como partido hegemónico, puesto que igualó las condiciones de la competencia electoral de la oposición, a través de las prerrogativas (son los recursos públicos que otorga el Estado a los partidos para financiar sus actividades). Empero, fue una reforma que sólo duró 10 años, puesto que las prerrogativas, en primera instancia se fueron para pagar a las televisoras el tiempo-aire de los partidos políticos para lograr su posicionamiento ante la sociedad, en 1997 fue del 55%; en 2000 se fijó en 54%; hacia 2003 en 55%, y en 2006 en el 60%. Este fue el tema central de la reforma electoral 2006-2007: la desmercantilización de la política, primero pasar al órgano electoral el control de la publicidad, y segundo haciendo una reducción del financiamiento público a los partidos políticos y las agrupaciones políticas nacionales, a quienes se les quitó el financiamiento.
A partir de 2006, y hasta 2018, se observó que de la lucha democrática con valores pasamos a una lucha interna partidista de prerrogativas y asignación de las diversas posiciones plurinominales en senadurías, diputaciones federales y locales, hasta regidurías.
En el PRD se empezó a observar que se antepusieron los “chuchos” con esa visión, sólo prerrogativas y pluris; en el caso del PAN pasó lo mismo, de ser un partido democrático, donde se elegían a sus candidatos con votaciones internas, eso se clausuró desde la época de Felipe Calderón Hinojosa cuando designó por dedazo a Germán Martínez Cazares y a César Nava, y dio origen a la “onda grupera”, donde grupos locales controlan los padrones electorales internos, los cuales sirven para dos cosas: usar las prerrogativas y asignar pluris de manera eterna, basta con ver los nombres de los plurinominales en los estados y en el congreso de la unión. La oposición se pudrió en la alternancia, primero adoptaron la cultura política del PRI, la del patrimonialismo, nepotismo, clientelismo partidista, corrupción (aquí la célebre frase del Tlacuache Garizurieta tomó carta de naturalización: “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”), y contribuyeron para que llegará a la presidencia de la república, quien se dedicaría sistemáticamente a la destrucción institucional del país.
Lo más grave se vivió en México fue en 2018 y que se padece hasta nuestros días, donde dejó de existir la clase política para transitar hacia una “clase criminal”, tomo este concepto del periodista Ricardo Ravelo; y al no existir esa generación de mexicanos que luchó por la democracia con valores, ni tampoco la generación de políticos experimentados que lucharon por un proyecto de nación; sino lo que hoy vivimos es una “República Mafiosa”, esta idea la han estudiado Fernando Escalante Gonzalbo y Jesús Silva Herzog Márquez. Donde desde el poder político ya no sólo se mezcla con el poder económico, sino que depende ahora de grupos ilegales para financiar su permanencia en el poder político.
Hoy, desde el gobierno se dedican a trasquilar los presupuestos, puesto que la clase criminal es cleptocrática, no hay dinero para los rubros elementales como son: salud, educación, infraestructura; eso hace imposible insertarse en la nueva economía mundial que está pilotada por la inteligencia artificial, no hay desarrollo basado en la innovación, la ciencia, la tecnología, sino que lo único que se observa es una combinación de inexperiencia, rapacidad, sin un proyecto de futuro. Si a lo anterior se le suma la agresividad geopolítica de los Estados Unidos sobre el gobierno mexicano, entonces no sólo tenemos un problema de gobernabilidad, sino de un posible colapso gubernamental.
Finalmente, ¿cómo salir de esta situación en el país?, si los nuevos antivalores de la clase criminal son la traición, el esquirolaje, el enriquecimiento personal como motor de vida, el odio como estilo personal de gobernar, y un largo etcétera. La tarea de todos será la recuperación de la ética pública como el gran desafío nacional y generacional. De esto escribiré la próxima semana.
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