Alan Sayago Ramírez
En Poza Rica, el agua no perdona, pero la indiferencia tampoco. La tormenta tropical Raymond llegó con furia, sí, pero lo que convirtió calles en ríos, casas en balsas y techos en refugios improvisados no fue solo la lluvia: fue la combinación letal de los Atlas de Riesgo ignorados, muros que nunca se construyeron y decisiones políticas tan útiles como un paraguas agujereado.
El Atlas de Riesgo 2025 es clarito: identifica zonas críticas como Infonavit Las Gaviotas, Las Granjas, Morelos, Francisco I. Madero y áreas cercanas al arroyo Huéleque, y detalla niveles de amenaza de inundación fluvial y pluvial. Advierte que el río Cazones y los arroyos intermitentes pueden desbordarse en lluvias extremas, como ya pasó en 1999 y 2007, y que las colonias asentadas en llanuras y laderas inestables son un boleto directo al desastre (H. Ayuntamiento de Poza Rica, 2025, Mapas 3.13–3.16). También propone bordos, presas, reforestación y drenajes, pero ahí quedó: en letra muerta, mientras los vecinos improvisaban botes con cubetas y baldes para salvar lo que podían.
Y aquí está la joya del teatro político: durante la sesión de Cabildo del 6 de diciembre de 2023, el alcalde lo dijo con esa mezcla de desdén y resignación que ya conocemos: “Voy a hablar con Conagua, ya di instrucciones para ver cómo continuamos con ese muro de contención en el hombro derecho del río Cazones. Ha de haber habido presupuesto para ellos y se lo fregaron, ni modo, me están grabando, que me metan a la cárcel, pero estoy seguro de que no lo terminaron”. No es una confesión: es una radiografía del saqueo en vivo. Documentos difundidos por el periodista Jorge García Orozco muestran que, aun así, el municipio erogó 14,136,519 pesos… y no hay ningún muro que lo explique. Traducción para todos: pagaron la promesa y nos dejaron la factura; ellos se quitaron el guante, nosotros seguimos pescando recuerdos entre los escombros.
Como si fuera poco, el Ayuntamiento publicó un comunicado prohibiendo el acceso a las zonas inundadas, permitiendo solo vehículos oficiales. Los ciudadanos reclamaron que necesitaban entrar a sus casas para rescatar pertenencias y limpiar. Horas después, el comunicado desapareció de las redes sociales, sin explicación. Lo que tenemos aquí es casi un juego de escondidas burocrático: el problema no se resuelve, pero sí se borra el rastro de responsabilidad.
Mientras, la ciudadanía se convirtió en héroe improvisado. un youtuber llegó con más de dos toneladas de víveres para los damnificados y fue bloqueado por las autoridades. Solo tras insistir logró entregar la ayuda, demostrando que a veces un influencer con cámara hace más por la gente que la burocracia entera del municipio. Entre tanto, vecinos rescataban mascotas, compartían agua, limpiaban techos y calculaban cuánto tardaría el agua en entrar por la puerta principal.
La tragedia también tiene rostro universitario. Estudiantes de la Universidad Veracruzana tomaron facultades en todo el estado como: Matemáticas, Pedagogía y FCAS en Xalapa; Enfermería en Orizaba; Veterinaria y Artes en Veracruz, entre otras, esto para exigir respuestas sobre la muerte y desaparición de compañeros durante las lluvias e inundaciones en el norte de la entidad. Con pancartas y consignas como “¡UV de luto, por un rector corrupto!”, los jóvenes responsabilizan al rector de la situación que atraviesa la máxima casa de estudios. La protesta no es capricho: es un espejo de la incredulidad ciudadana. Cuando la autoridad falla, la sociedad se organiza y toma las calles.
Si la lluvia es previsiblemente mortal, los artículos académicos ya lo habían dicho. Gamica Peña y Alcántara Ayala (2016) explican que las inundaciones en Veracruz son previsibles y agravadas por ocupación irregular, deforestación y drenajes saturados. El Atlas 2025 lo confirma: zonas urbanas en llanuras aluviales y laderas inestables, falta de bordos y presas, drenajes colapsados, y una capacidad de respuesta municipal limitada. Lucatello (2019) lo resume en palabras simples: la gestión del riesgo no puede ser reactiva; si ignoras los mapas, los planes y los simulacros, la próxima tormenta no será noticia, será tragedia.
Si tu hogar estaba al lado del río Cazones y el Atlas ya advertía “¡peligro alto!”, pero el muro nunca se construyó, los drenajes colapsaron y el acceso fue bloqueado… la tragedia no tardó en llegar. Familias perdieron pertenencias, algunas personas resultaron heridas y otros incluso perdieron la vida. Mientras tanto, un influencer repartía comida y el alcalde ofrecía declaraciones que, aunque quizás bien intencionadas, sonaban fuera de lugar frente al dolor real de la gente. Sin embargo, lo que verdaderamente destacó fue la solidaridad de la comunidad: vecinos ayudando a vecinos, estudiantes apoyando a maestros, personas compartiendo lo poco que tenían. Esto no es espectáculo ni comentario trivial; es la realidad de nuestra sociedad, donde frente a la negligencia institucional, la fuerza humana y la cooperación son lo que realmente sostiene a nuestra comunidad.
Los números no mienten: el río Cazones y los arroyos intermitentes arrasaron colonias enteras, más de 40 municipios afectados, decenas de fallecidos y cientos de viviendas dañadas. Todo esto, a pesar de que los mapas ya lo habían anticipado, de que los escenarios de riesgo estaban claros y de que los Atlas incluían planes de emergencia, refugios temporales y rutas de evacuación. Pero sin coordinación ni ejecución, los planes sirven de adorno, los simulacros de entretenimiento y los mapas de papel mojado.
Así que sí, Veracruz se ahoga. Pero no es solo por el agua: es por años de negligencia, Atlas ignorados, muros pendientes, presupuestos desviados y decisiones políticas tan útiles como un bote sin remos. Mientras los vecinos luchan, los estudiantes marchan, los influencers ayudan y el gobierno borra comunicados incómodos, la lección se repite: los desastres no son solo naturales, son también políticos. Y hasta que los Atlas de riesgo dejen de ser decoración y los muros de contención realmente se construyan, cada gota que caiga nos recordará que aquí la lluvia solo moja, y la política ahoga.
A las familias afectadas, a los vecinos que luchan cada día por rescatar lo que pueden, y a todos los que han perdido tanto en esta tragedia: no están solos. Su solidaridad, su esfuerzo y su valentía son la verdadera fuerza de nuestra comunidad. Mientras algunos miran desde despachos y cifras, ustedes se mojan, comparten lo poco que tienen y se apoyan unos a otros. Que esa voz colectiva también exija responsabilidad, que los Atlas de riesgo dejen de ser papel mojado, y que juntos podamos construir un Poza Rica más seguro, más justo y más humano para todos.
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