En una declaración que desató furia y memes por igual, el alcalde de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, aconsejó a los ciudadanos “agacharse y ocultarse, no hay de otra” ante las balaceras que se han vuelto parte del paisaje urbano de la capital morelense.
El comentario, emitido tras una nueva ejecución a plena luz del día en la colonia Chapultepec, refleja una alarmante resignación del gobierno municipal frente al crimen organizado. “Desafortunadamente no se puede hacer nada”, dijo el edil, admitiendo que no hay mecanismos preventivos eficaces para proteger a la población.
Los números confirman el desastre: de enero a agosto, Cuernavaca lidera los homicidios dolosos en Morelos con 83 víctimas, además de encabezar el robo de vehículos y ocupar el segundo lugar en secuestros, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Pese a ello, Urióstegui, quien gobierna su segundo periodo consecutivo bajo la alianza PAN-PRI-PRD-RSP, intentó minimizar el miedo ciudadano asegurando que los ataques “no están dirigidos contra personas ajenas” a los conflictos delictivos. La afirmación no alivió a nadie: los tiroteos ocurren en cualquier calle y a cualquier hora, y la sensación de indefensión es total.
En redes sociales, su frase “agacharse, no hay de otra” se convirtió en tendencia y símbolo del abandono institucional, con usuarios ironizando que la nueva política de seguridad de Cuernavaca consiste en “echarse pecho tierra y esperar a que pase la ráfaga”.
Mientras tanto, los morelenses se debaten entre el miedo y la indignación, viendo cómo su ciudad —alguna vez apodada “la ciudad de la eterna primavera”— se hunde en un clima de violencia crónica y un gobierno que parece haber tirado la toalla.
Porque si el consejo oficial ante una balacera es “agáchense”, Cuernavaca ya no necesita enemigos: la derrota ya la dicta su propio alcalde.
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