¡Malditos! El berrinche que desnuda el autoritarismo de Rocío Nahle

Basado en un artículo de En la Mira Política

No fue una rueda de prensa ni una reunión de seguridad. Fue un estallido de poder, una de esas escenas que pintan de cuerpo entero a quien la protagoniza.

Ocurrió dentro del Centro de Control de Mando de Veracruz, donde la gobernadora Rocío Nahle —zacatecana de nacimiento, veracruzana por conveniencia— irrumpió enfurecida, desencajada, y con una sola palabra lo dijo todo:

“¡Malditos!”

El grito resonó entre los muros, heló el aire y dejó a todos en silencio. Nadie se atrevió a responder. Nadie se movió. Nadie entendía del todo qué había detonado la furia.
Pero bastó con recordar lo que había pasado minutos antes: una entrevista con Televisa donde una reportera se atrevió a hacer la pregunta que nadie en su gabinete se atreve a formularle —¿por qué se canceló el seguro catastrófico y por qué no hay atención para las comunidades del norte del estado?—.

Nahle respondió cortante, con esa mezcla de arrogancia y frialdad que suele acompañar al poder cuando se siente acorralado. Pero lo que guardó no fue serenidad: fue rabia. Y esa rabia explotó apenas cruzó la puerta del Centro de Mando.

Una escena que dice más que mil discursos

El relato publicado por En la Mira Política pinta una escena casi cinematográfica:
Militares, asesores, un par de funcionarios, y en el centro de todos, una gobernadora fuera de sí.
¡Comunícame con Guadalupe!”, ordena sin mirar a nadie, con el tono de quien no da instrucciones, sino ultimátums.

El aire, dice el texto, se volvió denso, casi sórdido.
El miedo reemplazó al respeto.
Y lo que quedó claro es que el liderazgo de Nahle no se basa en autoridad moral, sino en control y amenaza.

El poder que se descompone desde adentro

La anécdota trasciende el berrinche personal: retrata el deterioro del poder cuando la crítica lo toca.

El gesto violento de la gobernadora no sólo revela un temperamento inestable; expone una estructura de gobierno que no tolera el cuestionamiento, que responde con furia donde debería haber rendición de cuentas.

Cada grito, cada mirada de miedo en esa sala, es un eco de algo más grande: el miedo institucionalizado, el poder que no se gana, se impone.

En un Veracruz golpeado por la pobreza, la inseguridad y la opacidad, la imagen de una mandataria descontrolada encierra una metáfora brutal: cuando el poder se siente descubierto, reacciona como fiera acorralada.

El fin del mito del control

Rocío Nahle llegó al poder prometiendo eficiencia, energía y mano firme.
Hoy, su gobierno se muestra fracturado, desconectado de la realidad social y encerrado en un círculo de leales que callan para sobrevivir.

La escena del grito —“¡Malditos!”— no es una anécdota aislada; es un síntoma de un poder que se desmorona desde adentro, de un liderazgo que confunde autoridad con furia y gestión con miedo.

Mientras las comunidades del norte siguen esperando apoyo tras los desastres naturales, la mandataria pierde los estribos ante una pregunta incómoda.

Y es que, como dice el viejo principio político: cuando el poder no puede dar respuestas, da gritos.

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