Crónica de una muerte anunciada

La Bamba: Jasiel Valerde García

En su obra literaria “Crónica de una muerte anunciada”, Gabriel García Márquez, cuenta la historia de Santiago Nassar, un joven que muere apuñalado a manos de los hermanos Vicario. A pesar de que todo el pueblo conocía las intenciones de los hermanos de asesinar a Santiago, nadie hizo nada para evitarlo y solo se limitaron a esperar a que el crimen se consumara.

Y sí, el de Uruapan, Michoacán, es un caso que supera la ficción, pues al igual que en la novela de García Márquez, tanto la presidenta Claudia Sheinbaum, como el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, altos mandos del gobierno federal, así como el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, sabían perfectamente que Carlos Alberto Manzo Rodríguez, estaba en peligro de muerte, pero decidieron voltear a otro lado y dar paso a que la muerte se concretara.

Él lo advirtió. Una y otra vez alertó sobre la grave situación que se vive en Michoacán y las amenazas de muerte que existían en su contra; clamó ayuda al gobierno federal y nadie lo escuchó. ¡Literalmente, lo dejaron morir!

“No quiero ser otro presidente municipal más de la lista de los ejecutados”, dijo el hoy occiso en alguna ocasión al reconocer el peligro al que estaba expuesto, pero también estaba consiente y seguro de que alguien tenía que alzar la voz, por lo que igualmente aseguró: “si decir la verdad me cuesta la vida, que me la cobren caro”.

En marzo de 2017, en una columna titulada “Los Gritos del Silencio”, el periodista Roberto Valerde afirmó que “cuando la vida de un hombre que tenía tantas cosas que decir, es cegada para que no diga nada, su silencio se vuelve ensordecedor”. Es decir, quienes pensaron que la muerte de Manzo iba a silenciar su lucha ¡se equivocaron!

Artistas, deportistas, empresarios y en general los mexicanos han alzado la voz entorno al homicidio del alcalde de Uruapan, externado su descontento y preocupación por la evidente incapacidad y la falta de un plan eficiente del gobierno federal para pacificar el país y especialmente Michoacán que atraviesa por un momento difícil.

Ayer el arzobispo de Morelia, monseñor Carlos Garfias Merlos, advirtió que la muerte de Carlos Manzo puede generar un movimiento violento por parte de jóvenes michoacanos que, desde su punto de vista, son los más afectados en este tema.

Además, el arzobispo reconoció que el gobierno se encuentra rebasado por la violencia que existe dentro del estado y esto se debe a la falta de una estrategia efectiva de seguridad. En ese sentido enfatizó la necesidad de cerrar filas y fortalecer el movimiento de la paz en el que participen las autoridades civiles, eclesiásticas y la sociedad civil.

Dicen que, para solucionar un problema, primero debes reconocer que lo tienes; sin embargo, se ha optado por seguir el camino de la demagogia y las ocurrencias, de seguir culpando al pasado y no asumir el presente, porque como bien dice el dicho: “el que no puede, reparte”.

Evidentemente los abrazos no están funcionando, pero tampoco se quiere atacar la delincuencia de manera frontal porque desde el punto de vista de la presidenta “esa no es la solución”, y entonces, ¿cuál es? Si la sabe, ¿por qué no la aplica? Defiende el derecho de los delincuentes a un juicio pero, ¿por qué no defendió el derecho de Manzo a la vida? ¿Por qué no defendió el derecho de sus pequeños hijos a tener un padre? En sus manos estuvo poder respaldarlo y no lo hizo, entonces ¿de qué lado está?

Y usted amable lector, si hoy le fuera arrebatado algún ser querido de manera semejante, ¿estaría de dispuesto a abrazar al responsable? Usted dirá…

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