“Cuando el poder se ofende”

Quetzalli Carolina Vázquez

– Sheinbaum, Nahle y el enojo contra el pueblo.

Claudia Sheinbaum parece haber heredado no solo el poder de López Obrador, sino también su costumbre de enojarse con el pueblo cada vez que éste se atreve a cuestionar; sus declaraciones frente al asesinato de Manzo nos hacen recordar que la presidenta no escucha sino reacciona; que no gobierna con empatía, sino con soberbia ¿Les recuerda esto a Veracruz?

Sheinbaum aseguró que a la gente “realmente no le importa” lo que pasa, ni la muerte, ni la tragedia, sino que aprovechan los hechos para el “golpeteo político”, insinuando que detrás de la indignación ciudadana hay intereses pagados, redes manipuladas y adversarios políticos moviendo los hilos, es decir, la misma narrativa de siempre: si alguien protesta, es porque alguien más lo mandó.

El problema no es solo el discurso, sino la actitud, en lugar de asumir la responsabilidad que implica gobernar un país desbordado por la violencia, Sheinbaum prefiere colocarse y colocar a su partido como víctimas del “odio” y de las “campañas sucias”; igual que lo hace Rocío Nahle en Veracruz.

La gobernadora veracruzana replica las acciones y discurso de la presidenta Sheinbaum, llama “carroñeros” a quienes se atreven a señalar errores y termina por asumir el papel de víctima hablando de la existencia de una campaña de odio que solo existe en su cabeza.

Esta reacción de enojo y desprecio hacia la ciudadanía se ha convertido en el común denominador del gobierno de la 4T que en lugar de enfocar su 100% en resolver, insulta, agrede, denosta, descalifica y busca nexos de quienes subrayan los errores con actores políticos de oposición para después exhibirlos ante la opinión pública y ellos sí, desatar una campaña de odio.

Para la 4T, quienes señalan la realidad que se vive en un estado o en el país no son víctimas ni ciudadanos preocupados: son “carroñeros”, “viles”, “miserables”… Así los llama el poder cuando no puede ocultar su fracaso.

Tras estás actitudes los ciudadanos exigen hacer uso de la única arma que legalmente tienen: La revocación de mandato que no es un capricho político, ni una conspiración sino la consecuencia directa de un desencanto profundo; la gente que creyó en el cambio hoy se siente traicionada, porque el cambio nunca llegó.

Obrador prometió un país sin corrupción, con seguridad, con un sistema de salud “como el de Dinamarca”, prometió y millones creyeron pero la realidad, siete años después, es otra: un México que sangra, que tiene miedo, que se ahoga —literal y metafóricamente— mientras sus gobernantes reparten culpas y no se quedan con ninguna.

Sheinbaum y Nahle son hoy el espejo de un movimiento que perdió la brújula moral, se enojan con los ciudadanos, la prensa, los políticos de oposición y los culpan, los minimizan, los ignoran; ninguna de las dos gobierna con humildad, sino con soberbia y rencor, no enfrentan los problemas, los niegan.

La 4T le falló a los mexicanos que creyeron en ella, pero el gobierno no busca reconciliarse con su pueblo, sino doblegarlo porque para este régimen, pensar diferente, protestar o exigir justicia es sinónimo de traición.

El verdadero “odio” no viene del pueblo, viene del poder que se niega a escuchar y, mientras Sheinbaum y Nahle sigan respondiendo con enojo y desprecio, México seguirá siendo un país donde los gobernantes viven en el discurso… y los ciudadanos, en la tragedia.

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