Con tono firme y sin rodeos, Norma Piña Hernández, ministra en retiro y primera mujer en presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lanzó una advertencia que cimbró el auditorio del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM:
“Hicimos todo lo que podíamos. Salimos a las calles, a entrevistas, a conferencias… fue la tormenta perfecta.”
Piña, que encabezó al máximo tribunal en uno de los momentos más tensos entre el Poder Judicial y el gobierno federal, rompió el silencio y reconoció que la Corte intentó detener por todos los medios la reforma judicial impulsada por Morena, pero el peso político de la sobrerrepresentación legislativa lo hizo imposible.
La exministra relató que, en medio de la embestida política, el ministro Javier Laynez Potisek fue designado como “vocero no oficial” de la Corte para enfrentar públicamente la narrativa del oficialismo y defender la autonomía judicial ante los medios.
“Nos pusimos de acuerdo y quien salió fue Javier. Él dijo ‘yo voy’. Lo hizo muy bien, era como nuestro vocero no oficial”, recordó.
Con mirada crítica, Piña Hernández señaló que la reforma avanzó gracias al control del Congreso por parte de Morena y sus aliados, lo que permitió modificar la Constitución con una rapidez inédita.
“Si había una forma de cambiar la Constitución, se logró con la sobrerrepresentación. Y eso cambió la independencia y la autonomía del Poder Judicial.”
Pese al escenario adverso, Piña aseguró que aún hay una vía para reconstruir el equilibrio de poderes: la educación ciudadana.
“No es falta de preparación académica, sino de conocimiento social. La gente debe entender qué hace el Poder Judicial y en qué se diferencia de la policía o las fiscalías. ¿A quién le conviene un pueblo educado?”, cuestionó.
El mensaje fue claro: la defensa del Estado de derecho no se libra solo en los tribunales, sino en las aulas y en las calles.
Entre los aplausos de académicos y juristas, quedó flotando la advertencia de quien enfrentó al poder desde la toga: el golpe a la independencia judicial no fue una casualidad, fue una estrategia política bien calculada.
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