El asesinato del alcalde Carlos Manzo en Michoacán no solo fue un crimen político: fue el grito que rompió el silencio. En el podcast Apuntes, los analistas Tomás González Corro, Francisco Montfort Guillén y Martín Quitano Martínez coinciden en que este hecho sacudió los cimientos del gobierno federal y dejó al descubierto el rostro autoritario de una presidenta incapaz de escuchar la indignación nacional.
“El príncipe va desnudo, y ahora la princesa también”, lanzó Montfort, en una metáfora punzante que describe cómo el poder quedó sin máscaras. Según los comentaristas, la reacción de Claudia Sheinbaum —más preocupada por los reflectores que por el dolor— reveló una falta total de empatía y un intento desesperado por controlar el discurso con las mismas frases vacías: “no habrá impunidad, tope donde tope”. Pero el país, dicen, ya no se lo cree.
Quitano advirtió que el asesinato de Manzo “puede marcar el inicio del fin del sexenio”, al evidenciar lo que llaman una alianza estructural entre el gobierno y el crimen organizado. El retiro repentino del apoyo federal al edil, seguido de su ejecución, alimenta las sospechas de una complicidad criminal. “No fue un descuido: fue una señal”, sentenció Tomás González Corro.
El programa también subrayó que el caso Michoacán no es un hecho aislado, sino parte de una cadena de violencia nacional que incluye conflictos en Veracruz, Jalisco, Sinaloa y Tabasco. La crisis, dicen, ya es incontenible. Mientras tanto, el gobierno celebra cifras maquilladas y presume una paz que solo existe en sus reportes.
Pero entre la rabia y el miedo, una nueva generación se levanta. Los jóvenes —esa generación Z que el poder creyó apática— tomaron las calles de Uruapan y Morelia, ocuparon el Palacio de Gobierno y gritaron lo que muchos callan: “¡Claudia asesina!”. Para los analistas, estos jóvenes encarnan la digna rabia que puede devolverle al país su voz.
“Los jóvenes de hoy tienen más motivos para rebelarse que los del 68”, recordó Montfort. Sin empleos, sin futuro, sin seguridad y traicionados por programas clientelares, comienzan a organizarse. Y si el 15 de noviembre se concreta la convocatoria nacional en redes, ese día —advierten— podría ser el punto de quiebre del régimen.
“Ya no es el pueblo contra los narcos, sino contra su propio gobierno”, concluyó Quitano. El eco de esa frase retumba como presagio: la muerte de un alcalde podría convertirse en la chispa que encienda la insurrección moral de todo un país.
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