El país que hace apenas unos años estalló en protestas masivas ahora enfrenta una nueva batalla decisiva: Jeannette Jara, la candidata del Partido Comunista, y José Antonio Kast, líder de la ultraderecha republicana, disputarán la presidencia de Chile en un choque frontal que marcará el futuro político del país.
Con poco más del 52% de los votos escrutados, Jara encabezó la primera vuelta con un 26.58%, seguida muy de cerca por Kast con 24.32%. Contra todas las encuestas, Franco Parisi dio la sorpresa y se instaló en un inesperado tercer lugar con 18.84%, dejando claro que el electorado chileno ya no se mueve bajo las reglas que conocíamos.
Jara: “Chile tiene futuro… pero la democracia está en riesgo”
Jara, exministra de Gabriel Boric y ahora rostro de una coalición de nueve partidos de centro-izquierda, salió a declarar un mensaje optimista, pero cargado de advertencias:
“Los desafíos son enormes. No dejemos que nos dividan quienes siembran odio”, dijo desde su comando, prometiendo un ingreso vital de 750.000 pesos y reforzar la seguridad.
En el voto en el exterior arrasó: 54.5%, dejando a todas las derechas fuera de competencia en las mesas internacionales.
Kast: “Es hora de un cambio real… de reconstruir la patria”
Del otro lado del ring, Kast aprovechó para encender a sus bases:
“Es tiempo de un cambio real. Necesitamos reconstruir la patria que este Gobierno ha destruido”, acusó.
Y no perdió un minuto en sumar aliados:
Evelyn Matthei y Johannes Kaiser —derecha tradicional y ultraderecha radical— ya le levantaron la mano.
Matthei incluso pidió abiertamente que sus votantes respalden a Kast:
“Es vital que este Gobierno no siga en el poder.”
Una segunda vuelta de infarto
A cuatro semanas del desempate, Chile se coloca al borde de un nuevo terremoto político:
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La izquierda convoca a defender la democracia.
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La derecha promete “reconstruir la patria”.
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Y un electorado impredecible podría inclinar la balanza hacia cualquiera de los extremos.
El país está dividido, tenso y mirando hacia el 14 de diciembre como si fuera un duelo final.
Porque, de facto, lo es.
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