Eduardo Sergio de la Torre Jaramillo
Conocí a Juan José hace 19 años en la Cámara de Diputados, un polemista excepcional, un experimentado parlamentario, pero lo que más me ha sorprendido de él, es su rabiosa honestidad como servidor público, construí una amistad a lo largo de los años, conviví políticamente, y aprendí mucho.
Desayuné con él, antes de su conferencia del pasado 18 de noviembre de 2025 que llevó por título: “La clase política veracruzana, su historia y decadencia”, y me comentó que está leyendo 11 o 12 horas diarias, que es lo que hace cotidianamente a sus 79 años, un ejemplo para todos; allí me dijo cuál sería el desarrollo de su conferencia, y retomó una parte de la entrevista que le hicieron en un programa de radio de Tabasco, en donde está cada lunes, cuyo tema central fue la “antipolítica”, en su concepción es la primacía de la violencia, puesto que cuando la violencia se impone a la negociación, al dialogo, y a la política; cualquier Estado estaría negado a gobernar.
Le comenté que me parecía muy interesante que pudiera vincular dos conceptos de Chantal Mouffe, que eran “político” y “política”, el primero es el conflicto, y la segunda es la civilización del conflicto, en esa triada violencia-político-política se podría abordar parte de su conferencia, la violencia como negación de la política, y particularmente con la “4T”, que para él no se puede equiparar a la Independencia-Reforma-Revolución, no sólo coincidí con él, sino que le dije que esa expresión era una frase vacía de contenido, y su ironía fue genial, me dijo: “ellos plantean, el no robaras, no mentirás, ya solo les falta, el no desearas a la mujer de tu prójimo”, y si ese supuesto puritanismo político de morena, justo es lo que los está haciendo implosionar, la rapacidad para robar los presupuestos públicos, la supina ignorancia que es matizada por la lealtad, la impresionante incapacidad para gobernar, y ahora con el único “concepto de lo político” bajo la modalidad teórica de Carl Schmitt, es que todos son “enemigos” del régimen político.
En las concepciones de William Shakespeare, Elías Canetti, el asesinato es el origen del poder político, algo que es profundamente incivilizatorio, particularmente porque cuando en una nueva modalidad de Estado donde has perdido el control del monopolio legítimo de la violencia, y hoy te enfrentas al monopolio ilegitimo de la violencia que controla al propio Estado, aquí ya no encaja la definición de un Estado fallido, sino de un Estado cómplice con los nuevos detentadores del monopolio ilegitimo de la violencia, y aquí no hay espacio para la diferencia política, menos para crear una nueva oposición partidista, porque lo que existe en el espectro político mexicano llamado “oposición”, son simplemente una caricatura política.
Regresando a la conferencia de mi amigo Juan José Rodríguez Prats, a quien por cierto le dediqué una primera columna política planteando un escenario sobre su renuncia al PAN, escenario que a los pocos años se cumplió. En esta ocasión, y mirando hacia el futuro inmediato de 2027 y 2030, espero que pueda cerrar su círculo político como diputado local, para dotarle un poco de sabiduría política al congreso local de Tabasco, que al igual que todos los congresos locales actualmente necesitan una gran dotación de sabiduría política para que no muestren sus miserias políticas, como está el caso de Veracruz, en donde el actual poder legislativo ganaría el primer lugar en ocurrencias legislativas.
Juan José en su disertación histórica ubicó tres momentos claves de la vida política veracruzana: a) el asesinato de Manlio Fabio Altamirano, b) el “carbonelazo”, y c) la designación de Fidel Herrera sobre Javier Duarte, este último le comenté en el desayuno que era lo mismo que había hecho Roberto Madrazo con Manuel Andrade en Tabasco, que era el modelo de subordinación política local, aspiración de un “Maximato local”, pero no funcionó en ambos casos, porque los herederos se rebelaron a sus “mentores”, por supuesto que son los eslabones de la degradación política que experimenta la vida pública mexicana, además reforzada con el nepotismo, allí donde las esposas, hijas, sobrinas, amantes, le sirven al cuento legitimador de la cuota de género, la cual en mucho ha servido para la construcción de nuevos cacicazgos políticos municipales y regionales en todo el país.
Quizá, la afirmación más importante de Juan José fue sobre la “actual descomposición profunda del país” en donde el deterioro del Estado de derecho, la gobernabilidad y la calidad de los partidos políticos, confluyen sólo en “apagar fuegos”, y que esto en el plano nacional es parte de una transición política fallida.
Por otra parte, Juan José al subrayar que el desmantelamiento de las instituciones públicas, han sido un factor generador de la violencia, ya que no se está haciendo política en este país, si no que se experimenta su propia degradación, y por ende él habló de que ya tomó carta de naturalización la antipolítica. Y a esto hay que agregarle la “desconexión” que existe entre los políticos y las nuevas generaciones, porque no hay una comunicación intergeneracional, y lo que priva es la polarización, lo que impide conversación política.
Juan José citó a Fray Bartolomé de las Casas como guía para la recuperación de la política en México: reconstruir la confianza ciudadana, autenticidad, buena fe, generosidad, y congruencia entre lo que se dice y se hace. Y terminó definiendo al incongruente: “es un hijo de puta que no tiene madre”.
Regresando a la violencia política, hay que recordar que el sistema político mexicano nació con el asesinato de Álvaro Obregón, y se cerró con el de Luis Donaldo Colosio. Lo que no observa el partido que detenta hoy el poder, es que el asesinato de Carlos Manzo podría generar otra forma de hacer política fuera de los partidos políticos, es decir por la vía de las candidaturas independientes, con la salvedad de aquellos que se disfrazan de independientes de ocasión, van y se registran por un partido político para ser candidatos, y como no fueron electos, regresan a simular otra vez que son independientes, estos son los “incongruentes” de acuerdo a la definición de Juan José Rodríguez Prats.
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