El Banco de México lanzó este miércoles un balde de agua helada sobre los optimistas del Gobierno: el crecimiento económico del país se desploma a niveles mínimos y la institución ya admite un 2025 prácticamente estancado. La Junta de Gobierno redujo la proyección del PIB a 0.3%, la mitad de lo que preveían hace apenas unos meses y apenas dos décimas por encima del peor escenario planteado en todo el año.
La gobernadora Victoria Rodríguez Ceja no dejó espacio para la duda: “La economía nacional atraviesa un periodo de marcada debilidad”. Un diagnóstico que cae como un martillazo sobre las expectativas oficiales, mientras la inflación sigue metiendo presión—3.61% en noviembre y una inflación subyacente que se niega a bajar del 4%.
A pesar del escenario adverso, Banxico insiste en mantener los recortes a la tasa de interés. Según Rodríguez Ceja, esta estrategia no significa tolerancia a la inflación, sino una forma “responsable” de buscar estabilidad. Pero fuera de los discursos técnicos, la realidad es que los precios siguen arriba, el bolsillo sigue apretado y la economía no repunta.
El golpe más fuerte viene del sector industrial, que no levanta cabeza. En el último trimestre, la industria y la manufactura cayeron -1.48%, confirmando su tendencia descendente. Sin ese motor, el crecimiento del país simplemente no tiene cómo despegar.
Y por si el 2025 no fuera lo suficientemente complicado, el 2026 promete más turbulencia. El Congreso aprobó nuevos impuestos “saludables” a refrescos, cigarros, apuestas y videojuegos violentos—un paquete que, aunque políticamente rentable, cargará más presión sobre los precios y sobre los bolsillos ya desgastados.
A esto se suma la tormenta externa: las tensiones comerciales con Estados Unidos y la incertidumbre sobre la revisión del TMEC ensombrecen aún más el panorama. Banxico reconoce que la inversión podría seguir débil hasta por lo menos la segunda mitad de 2026, mientras el consumo privado se movería apenas por inercia.
En resumen: México entra a un 2025 en cámara lenta, con una industria que cae, precios que no ceden y decisiones fiscales y comerciales que parecen abonar a la tormenta perfecta. Y si alguien esperaba que el 2026 fuera el año del alivio, Banxico ya adelantó la mala noticia: no lo será.
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