Un mes después del asesinato que estremeció a Michoacán y al país entero, la alcaldesa y viuda de Carlos Manzo Rodríguez, Grecia Quiroz, volvió al lugar donde su esposo fue ejecutado. Lo hizo en silencio, con el rostro quebrado, pero bajo un dispositivo de seguridad que dejó claro que la herida sigue abierta.
La noche del homenaje comenzó con una misa privada en el templo de San Francisco. Ahí, rodeada por funcionarios que vivieron el atentado —el regidor Víctor Hugo de la Cruz y Esteban Constantino, secretario de Obras Públicas—, Quiroz recordó el primer mes del crimen que la obligó a asumir la presidencia municipal en medio del duelo.
Después caminó hacia la Plaza de Los Mártires, el mismo sitio donde un joven de 17 años le arrebató la vida al exalcalde. Conmovida y escoltada por elementos de la Guardia Nacional, la alcaldesa colocó flores y veladoras frente a las vallas que resguardan la zona, aún marcada por la gigantesca calavera del Festival de las Velas que Manzo observaba junto a su hijo minutos antes de morir.
Tras su partida, ciudadanos comenzaron a dejar fotos, velas y objetos en memoria del exalcalde, mientras la investigación sigue avanzando: nueve personas han sido vinculadas a proceso, incluido el presunto autor intelectual. Pero el exjefe de escoltas, el coronel retirado José Manuel Jiménez Aranda, continúa prófugo y se ha convertido en una sombra incómoda para las autoridades.
Y mientras la justicia avanza a medias, la alcaldesa libra otra batalla: la del odio digital. Rumores sobre supuestos vínculos sentimentales y ataques a su legitimidad han inundado las redes. Su respuesta fue un dardo directo:
“Si los perros ladran, es que vamos muy bien.”
Una frase que ya circula con fuerza y que refleja la tensión política en Uruapan, donde el dolor, la sospecha y la confrontación pública siguen sin encontrar descanso.





