Cúcara y Mácara: 40 aniversario

En diciembre de 1980, la Compañía Infantería Teatral de la Universidad Veracruzana estrenó la obra Cúcara y Mácara, escrita por Óscar Liera y dirigida por Enrique Pineda. Denominada prácticamente como sacrílega por el episcopado de Xalapa, la puesta en escena fue intensamente criticada con el afán de detener sus presentaciones. Sin éxito de cancelación, la Compañía logró llevar dicha obra a la Ciudad de México seis meses después de su estreno. El 28 de junio de 1981 mientras presentaban la función, el elenco fue brutalmente golpeado por un grupo de espectadores previamente organizados para la agresión. Esto causó que el intercambio de opiniones en la prensa se hiciera presente. La noche de los sucesos participaban en escena los actores: Enrique Pineda, Samuel Contreras, Marco Antonio López, Álvaro Martínez Maranto, Rafael Cobos (✞), Héctor Moraz, Salvador Bastar, Arturo Meseguer (✞), Hosmé Israel (✞), Mónica Barrientos y Laura Gonzáles de León.

Anoche, al cumplirse 40 años de la agresión, se revivió la obra con su Lectura dramatizada. Participaron en la lectura dramatizada: Samuel Contreras, Álvaro Martínez Maranto, Raúl Santamaría, Carlos Romano, Héctor Moraz, Carlos Ortega, Francisco Campos, Pablos Becerra, José Palacios, Miriam Cházaro y Juana María Garza. Al finalizar la lectura dramatizada, se llevó a cabo la develación de placa conmemorativa del 40 aniversario de este hito. La Dra. Sara Ladrón de Guevara, Rectora de la Universidad Veracruzana y Fernando de Ita, crítico teatral, dieron palabras de develación.

Luis Mario Moncada, director de la ORTEUV expresó: “La lectura de <Cúcara y Mácara, 40 años después> pudo ser un acontecimiento nostálgico para romantizar a las víctimas de una agresión injustificable, pero hay dos hechos que la ubican en su auténtica perspectiva: en primer lugar, se rompió el tabú de que esta obra no podía presentarse en Xalapa sin que se interpretase como una provocación. Sin estridencias ni arengas encendidas, fue un simple acto de libertad de expresión y desagravio. Por otro lado, constituyó un evento de desmitificación que, al permitirnos escuchar la obra íntegra (con algunos de sus actores originales), quitó el velo del escándalo y evidenció la pregunta que llevaba tanto tiempo en el aire: ¿dónde estuvo la transgresión o la blasfemia?: ¿estaba en el texto?, ¿estaba en la puesta en escena?, ¿estuvo en esa extraña poiesis consumada en la cabeza del espectador? Lo cierto es que, 40 años después, pudimos apreciar esta farsa de apariencia ingenua cuya potencia indiscutible está en desnudar la falacia de los actos de fe. ¡Que viva el teatro!”