El nuevo tribunal de la verdad

Héctor De Mauleón

A través de una vocera tartajeante, y dueña de un sentido del humor atrozmente fallido, quedó inaugurado ayer en México el nuevo Tribunal de la Verdad.

Una moderna Inquisición quedará encargada de manera oficial de perseguir y señalar, de llevar a la picota a réprobos que difundan todo aquello que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador considere imprecisión o mentira, a fin de que “se vaya mejorando la vida pública”, de que aparezca, según el presidente, una ciudadanía “no susceptible a la manipulación” y prevalezca “la verdad”, que es, como se sabe, “la que nos hace libres”.

La encargada de llevar a cabo esa cruzada es Elizabeth García Vilchis, exempleada de La Jornada y actual suplente de la diputada local en Puebla Daniela Mier Bañuelos.

Su declaración de principios fue la siguiente:

“Ante el uso doloso y negligente de la información, la respuesta del gobierno de la República de ninguna manera será perseguir ni censurar a periodistas y medios; por el contrario, se trata de informar con la verdad para que el pueblo de México pueda ejercer su derecho al acceso a la información que le permita formar un criterio con certidumbres”.

De acuerdo con García Vilchis, las redes sociales “y los mal llamados líderes de opinión, salvo honrosas excepciones”, cometen abusos “emitiendo amenazas, injurias, calumnias e incluso incitaciones a la violencia”.

Como todo esto lacera la libertad de expresión y atenta contra la democracia, y sobre todo “obstaculiza que el pueblo decida”, se decidió presentar ante el pueblo las noticias “más graves” en cuanto a su “contenido falso o engañoso”.

Dicho lo cual comenzó una confusa retahíla que contenía, abigarradas, muchas de las cosas que la propia “mañanera” de López Obrador se propuso combatir.

“A esto le pusimos ‘Nado sincronizado’”, dijo García Vilchis. “A las personas que vamos a mencionar en esta nota en especial, estamos pensando en inscribirlas a las Olimpiadas en la categoría de nado sincronizado, seguramente va a ser medalla de oro, nos traen la medalla de oro”.

Prosiguió en un estilo que invita a ser descifrado –y que cito directamente de la versión estenográfica:

“Bueno, aquí el 22 de junio el abogado de Televisa Javier Tejado Dondé, quien también ha sido colaborador de medios como Nexos y el periódico Reforma, escribe una columna ahora en EL UNIVERSAL, titulada ‘Aún no hay padrón de telefonía y ya empezó el espionaje’.
“Al día siguiente salen sendas columnas, bueno, después de Javier Tejado, donde sale Raymundo Riva Palacios (sic), Héctor de Mauleón, retoma la información Forbes y Carlos Loret de Mola, todos que se beneficiaban del régimen anterior neoliberalista…”.

Después de acotar que el presidente López Obrador afirmó que es falso que se espíe a los periodistas “ya que no hay necesidad, porque sabemos quiénes son”, la vocera agregó:

“Bueno, aquí quiero destacar algunas cuestiones que saltan a la vista. Después de que publica Javier Tejado Dondé –abogado de Televisa, hay que decirlo– al día siguiente se publica una primera plana y varias columnas, aunque… Y después viene una réplica que unos cuantos periódicos nada más publicaron”.

¿Qué verdad asentó la sección ‘Nado sincronizado’? Ninguna. Tomó como verdad los dichos del presidente y aprovechó para asegurar que un grupo de periodistas “seguramente” recibirían una medalla de oro en dicha categoría, y para acusarlos de que todos “se beneficiaban del régimen anterior neoliberalista (sic)”.

Más tarde se sabría, según el conteo de Spin, que ese ejercicio supuestamente encaminado a abatir la mentira estuvo lleno de imprecisiones, omisiones y dichos falsos, es decir, de mentiras.

Se cumplió sin embargo con el objetivo, que solo el presidente de México cree democrático, de llevar a la picota a periodistas, medios y “líderes de opinión” que no difunden la única verdad: la del propio presidente, y que informan cosas que el presidente cree que no deben ser informadas.

López Obrador ha demostrado su intolerancia ante la crítica desde que gobernó la ciudad de México, cuando calificaba a sus críticos de “jilgueros del poder”. Desde entonces los ha acusado de formar parte del “hampa del periodismo”, de ser discípulos de Goebbels: los ha llamado fifís, alquilados, inmundos. López Obrador concibe la crítica como un acto de corrupción y no como un ejercicio democrático.
Con su nuevo Tribunal de la Verdad anuncia que la confrontación con medios, periodistas, y “los mal llamados líderes de opinión”, muchos de los cuales actúan en redes sociales, escalará durante la segunda parte de su sexenio.

Lejos de ser democrática, la nueva ocurrencia de AMLO resulta profundamente autoritaria. El presidente de México ha decidido erigirse en el gran árbitro de la verdad. Fue elegido, sin embargo, para gobernar, no para convertirse en un perseguidor de la libertad de expresión.

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU urgió en 2018 a los líderes políticos y a los funcionarios públicos “de abstenerse a denigrar, intimidar o amenazar a medios y a periodistas”. La información y las opiniones emitidas por estos se hallan protegidas bajo la Convención Americana de los Derechos Humanos.

La información errónea o dolosa debe ser combatida únicamente con información. El tribunal, y la manera en que se ha decidido llevarlo, es un error garrafal que le saldrá caro a todos, pero en especial al propio López Obrador. Es una muestra de su fracaso, y de la deriva de su gobierno río abajo.

El Universal