Entre bodas, sucesión y vísceras tropicales

Salvador García Soto

La renuncia intempestiva de Santiago Nieto, luego de que el Presidente criticara de “escandalosa y ostentosa” su boda y lo que sucedió en torno a ella, es un buen ejemplo de lo intensa y desbordada que está ya la lucha por la sucesión presidencial en la 4T. Porque detrás de las filtraciones y el escándalo que detonaron la salida del titular de la UIF hubo no sólo el periodismo sensacionalista e impreciso de algunos medios y portales que exageraron una situación externa para hablar de excesos y mentir acerca de las condiciones del evento, sino también mano negra política y fuego amigo contra Nieto.

La forma en que se filtraron a la prensa y a quien los quisiera ver, documentos de la Fiscalía de Guatemala perfectamente digitalizados, sobre el incidente del avión privado en el que viajaban varios invitados a la boda, el hecho de que hubiera autoridades consulares de la SER y de la Fiscalía General de la República que tuvieron información de la declaración previa de los 35 mil dólares que iban en el avión y que fueron declarados legalmente desde el Aeropuerto de Toluca, hace pensar que alguien vio en toda esta situación y en la lista de nombres de los pasajeros que iban en la aeronave rentada, una oportunidad para golpear a Santiago Nieto y desacreditar su boda en la ciudad de Antigua, Guatemala.

Una vez que prendieron la mecha y que la versión de una supuesta ilegalidad —que fue en realidad una omisión— estalló en las redes y algunos medios, comenzó una operación política bastante burda en la que personajes de la propia 4T comenzaron a atizar y a circular versiones falsas y escandalosas sobre la boda de Nieto y la consejera electoral Carla Humphrey, que terminó envuelta en todo tipo de mentiras sobre quién pagó los gastos de los invitados, qué comida y bebidas se servirían en la boda y otro tipo de publicaciones que no hicieron sino alimentar la idea de un evento demasiado ostentoso y contrario a los principios de austeridad del actual gobierno.

Dicen los criminólogos e investigadores que para empezar a esclarecer un crimen o un asesinato —y el de Nieto fue uno político— primero hay que ver quiénes se beneficiaron del homicidio. Y en este caso el escándalo parecía en un principio dirigido hacia la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, por la presencia de su secretaria de Turismo, Paola Félix, quien viajaba en el avión retenido como invitada y por un mero accidente: un día antes perdió su vuelo comercial y alguien le ofreció que en la aeronave rentada, donde viajaban varias personas, le podían dar un raid al evento.

La decisión de Sheinbaum de “renunciar” a Paola Félix, luego de que esta ofreciera su renuncia, aunque aclaraba no haber cometido ninguna irregularidad, fue el primer aviso de que el tema empezaba a tomar otras dimensiones. Ya en la ciudad de Antigua, en el convento de Santo Domingo, donde se llevaría a cabo el evento, el tema del avión y la retención de las autoridades guatemaltecas de manera precautoria y en lo que se aclaraba la omisión en la declaración de los dólares, dominaba la conversación entre los invitados y asistentes a la boda.

Entre el sábado y el domingo, nos cuentan fuentes de Palacio, al presidente López Obrador le estuvieron pasando reportes de lo sucedido y ya para entonces en redes sociales, personajes de la 4T como Félix Salgado y algunos otros, dejaban ver las hogueras encendidas con fuego amigo que buscaban cobrar viejas facturas y rencillas contra la pareja matrimonial y contra quienes en su momento apoyaron y promovieron a Santiago Nieto.

Para la mañanera del lunes, cuando los reporteros le soltaron la pregunta, el Presidente no sólo tenía ya su respuesta sino también la cabeza lo suficientemente caliente para soltar una serie de frases que fueron, en términos de su estilo personal, una clara sentencia condenatoria contra Santiago Nieto y su boda: “Es un asunto escandaloso aún cuando se trata de un acto privado, los asuntos públicos en México cada vez son más públicos… No es correcto porque el servidor público tiene que evitar ese tipo de situaciones, yo por eso no voy a eventos sociales… Sí fui invitado pero yo no puedo porque tengo muchas ocupaciones”.

En plena luna de miel, el titular de la UIF, el mismo que llegó a ser ensalzado públicamente por el Presidente, quien defendía su trabajo y sus investigaciones financieras sobre corrupción en políticos, empresarios y hasta cárteles de la droga: “Santiago no hace nada sin consultarme, no es echarle la culpa a él. Hablando con franqueza, imagínense si yo me dedico aquí a estar hablando de lavado de dinero, no me corresponde, lo tiene que hacer otro servidor público”.

López Obrador defendió siempre el trabajo de Santiago Nieto y le reconocía los resultados que le daba a su gobierno: desde la investigación financiera contra el ministro Eduardo Medina Mora, cuyo congelamiento de cuentas a él y a sus hermanos provocó su renuncia, hasta la indagatoria a las cuentas del ex líder petrolero Carlos Romero Deschamps, que también lo llevaron a dejar el sindicato y, por supuesto el entramado financiero de Emilio Lozoya Austin y los sobornos de Odebrecht que fue armado por la UIF para las acusaciones de la FGR, además de la llamada “operación agave azul” en la que se congelaron casi 2 mil cuentas de empresas y personas físicas presuntamente vinculadas al CJNG, incluidas las de familiares directos del capo Nemesio Oseguera “El Mencho”.

¿En qué momento todo eso quedó atrás y el Presidente ya no valoró el trabajo de Santiago Nieto sino el escándalo armado en torno a su boda? En el momento en que la víscera presidencial fue activada por quienes atizaron y azuzaron el tema en el oído del mandatario.

Dos datos que también jugaron en toda esta historia: el primero, no es casualidad que Santiago Nieto haya llegado a la campaña de López Obrador, en 2018, de la mano del equipo de Marcelo Ebrard, quien lo acercó al entonces candidato, que después lo pondría al frente de la Unidad de Inteligencia Financiera para que éste se convirtiera en el instrumento más eficiente y efectivo en la lucha contra la corrupción del Presidente; y segundo, Carla Humphrey, apoyada en su momento por Julio Scherer y propuesta por Morena para ser consejera electoral del INE, se negó a votar a favor de Félix Salgado Macedonio y su candidatura, a pesar de la insistencia y las presiones que enfrentó desde Palacio Nacional para que no votara en contra del senador guerrerense. Su voto terminó siendo decisivo para que a Salgado, acusado de violación a mujeres y de incumplir la ley electoral, le fuera cancelada su candidatura al gobierno de Guerrero.

Y para reforzar la idea de que en todo esto hubo “fuego amigo” de la 4T y que afloró de nueva cuenta la lucha por la sucesión y los pleitos internos que predominan en este gobierno, el nombramiento de Pablo Gómez, militante histórico de la izquierda desde 1968, y muy cercano al Presidente pero también a la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, lleva muchos mensajes, uno de ellos son sus cercanías y amistades con miras al 2024, pero también el avance de los grupos más duros que siguen ganando terreno y posiciones en esta administración.

Lo que va quedando claro entre todo este enredo político, que involucró golpes internos, filtraciones, un evento privado y la víscera presidencial, es que al Presidente, por alguna razón, se le indigestan las bodas, sobre todo las de sus colaboradores cercanos, pues ya lleva dos bajas por las mismas razones matrimoniales: una fulminante, la de Santiago Nieto, y la otra de César Yáñez, que aunque nunca se fue y mantiene su cargo en Palacio, dejó de ser el hombre más cercano, el acompañante permanente y de todas las confianzas del Presidente, también por una boda. Tal vez López Obrador prefiera los bautizos, como el de su ahijada, la hija del empresario de Biopapel, Miguel Rincón… Los dados mandan Escalera.

El Universal