La frontera ardiente

Héctor De Mauleón

Se anunció a finales de octubre la detención de Francisco Javier Arvizu Márquez, El Jaguar, jefe del brazo armado del Cártel de Sinaloa cuya misión consistía en detener el avance al interior de Sonora de los sicarios del grupo conocido como La Línea: el Nuevo Cártel de Juárez.

Arvizu Márquez, según las autoridades, estuvo involucrado en la masacre de la familia LeBarón, ocurrida en noviembre de hace dos años. Autoridades federales lo consideraban uno de los mayores generadores de violencia en el territorio limítrofe entre Sonora y Chihuahua.

Su zona de actividad fue localizada en Madera, Zaragoza y Cuauhtémoc, del lado de Chihuahua, y en la región de Aguaprieta, así como en el corredor serrano que pasa por Bavispe, en el lado sonorense.

El Ejército lo detuvo al lado de tres personas, luego de un tiroteo en el que El Jaguar recibió cuatro impactos de bala. Su hermano, Marco Antonio Arvizu, había muerto en un enfrentamiento ocurrido en Madera, en los primeros meses del año pasado.

De acuerdo con expertos en seguridad, la caída del Jaguar se verá reflejada en nuevas incursiones de La Línea, para apoderarse de Aguaprieta, y en un aumento en la violencia en los territorios por los que el grupo criminal irá pasando.

En Sonora, 2021 pasará a la historia como el año más violento que se recuerde: 1,657 asesinatos al cierre de octubre, según el Secretariado Ejecutivo. Solo en Cajeme se registraron 80 asesinatos en 30 días.

En ese municipio, entre enero y septiembre de 2020 se abrieron 279 investigaciones por homicidio: en el mismo periodo de 2021 el número fue de 421.

Además de los homicidios, en Sonora estallaron en 2021, como nunca antes, los feminicidios, el secuestro, el narcomenudeo, la violación y la violencia familiar. El feminicidio se disparó 92%. El secuestro creció 67.7%. La violación aumentó 46.7%.

En la entidad, la tasa de homicidios es una de las más altas del mundo: 41 por cada 100 mil habitantes.

A finales de septiembre, en la colonia Sánchez Taboada de Tijuana, Baja California, fueron encontradas tres hieleras con restos humanos y un narcomensaje. El 28 de ese mes, siete hombres fueron ejecutados en la ciudad. Solo en septiembre se habían registrado 125 homicidios: un total de mil 510 en nueve meses de 2021.

Un mes más tarde la cifra de muertos por homicidio llegó a 1,641.

Según las cifras del Secretariado Ejecutivo, Baja California lleva 2,576 homicidios hasta noviembre de 2021. En solo dos años, el estado contabilizó 5 mil 953 asesinatos.
La delincuencia ha vuelto a empoderarse y los “levantones”, las ejecuciones, los descuartizamientos, las narcomantas y el terror son cosa de todos los días.

De acuerdo con reportes de seguridad, la nueva oleada de violencia tiene como consecuencia el fin de la alianza entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de los Arellano Félix, así como un recrudecimiento de las pugnas al interior del Cártel de Sinaloa, que protagonizan los hijos de Joaquín Guzmán Loera y la gente de Ismael El Mayo Zambada.

Como resultado de esta confrontación, en Tijuana, Mexicali y Ensenada, los narcomenudistas matan y mueren por el control de las calles.

El estado de Chihuahua comparte con Sonora y Baja California un mismo clima de violencia desbocada. El fin de semana pasado, por ejemplo, se registraron en Ciudad Juárez 16 ejecuciones: 75 en lo que va de noviembre.

El baño de sangre en Ciudad Juárez es de tal magnitud que en aquella ciudad fronteriza se acumularon 827 homicidios en la primera mitad de 2021.

Este año, Chihuahua llegó al mes de octubre con mil 147 homicidios y una atmósfera de violencia que aniquila la vida de los habitantes.

Esos tres estados conforman hoy la frontera ardiente, en la que las víctimas se cuentan por miles y las atrocidades cometidas a ejecutados y desmembrados, a la vista de todos, prácticamente han llegado a formar parte del mobiliario urbano. Es el Norte en llamas.

El Universal