Milicia y prudencia

Héctor Aguilar Camín

Creo que hay en las Fuerzas Armadas una tradición de prudencia institucional que está siendo puesta a prueba por la imprudencia institucional de este gobierno.

La avalancha de responsabilidades que se ha echado en estos años sobre las Fuerzas Armadas es para inquietar al más pintado.

Nadie puede expandir sus talentos a la velocidad que se expanden las responsabilidades de nuestra milicia. Es conducirla a paso redoblado hacia su principio de Peter, ya se sabe: el momento en que todo por servir se acaba y empieza a producir problemas en vez de soluciones, incompetencia en vez de eficacia.

Bastantes pruebas tenemos ya de que los recursos de nuestras Fuerzas Armadas no alcanzan para lo fundamental de su tarea, que es la seguridad nacional. Que las hayan hackeado es un indicio y una severa advertencia.

Tampoco funcionan bien para la seguridad pública, dada la desinversión en  policías locales y la destrucción del cuerpo de policía federal que existía.

Si todo va salirle al Ejército como le ha salido hasta ahora en el combate a la inseguridad, su futuro es la ineficiencia, la exhibición de resultados catastróficos o ridículos en sus gestiones improvisadas de materias tan diversas como la construcción de aeropuertos y de trenes, la vigilancia de aduanas y puertos, la condición de gran contratista de la inversión pública, la contención de flujos migratorios, el manejo de secretarías de seguridad de estados o municipios, y hasta de una línea aérea.

No hay institución que pueda cubrir tanto terreno sin empantanarse, descuadrarse o corromperse, en medio de tanto favoritismo, tantas tareas y tanto dinero asignado sin obligación de rendir cuentas.

Las mismas Fuerzas Armadas, en defensa propia, deberían poner un freno de prudencia institucional a la imprudente carrera de expansión de responsabilidades que le están echando encima.

La abundancia del banquete puede atragantarlas y exhibirlas, en vez de fortalecerlas.

Eso, para no hablar de los vapores políticos y las tentaciones de poder que puedan producir en la cabeza de algunos los excesos consustanciales al súbito banquete.

Milenio