Acapulco se les fue de las manos

Héctor De Mauleón

A principios de este año el dueño de un negocio en la Costera Miguel Alemán colgó un letrero en su puerta. Anunciaba que su taquería iba a cerrar de manera permanente debido a las amenazas de un grupo criminal que había decidido imponerle un cobro de piso impagable.

En los meses que siguieron más de un centenar de negocios fueron incendiados en Acapulco. En todos los casos, hombres armados aparecieron de madrugada, rociaron con gasolina los locales y a continuación les prendieron fuego.

Hace unas semanas la historia se repitió en un conjunto de comercios contiguos al viejo cine Río. En ese tramo había comerciantes que llevaban 40 años trabajando. Habían visto la violencia que ha arrasado y destruido la vida del puerto. Pero jamás habían pasado por algo como esto.

14 locales ardieron en una sola  noche, y los 14 quedaron convertidos en escombros. Toda su mercancía quedó reducida a cenizas. Los comerciantes amanecieron sin nada.

Las primeras quemas de negocios en Acapulco ocurrieron días después de la llegada de Abelina López a la presidencia municipal, en octubre de 2021.

López declaró que en el puerto no había violencia. Que la violencia la ponían los medios.

Pero el 29 de ese mes, criminales incendiaron 20 puestos en la Central de Abastos.

Todos ellos reportaron pérdida total.

A pesar de la llegada al puerto del Ejército y la Guardia Nacional, la alcaldesa –involucrada en la desaparición de dos marinos que fueron indebidamente comisionados por órdenes de ella al servicio del senador de Morena José Narro, hace prácticamente ocho meses, sin que ninguno de los dos haya rendido cuentas sobre el hecho–, se halla completamente rebasada por la violencia.

A los tres órdenes de gobierno el puerto se les fue de las manos.

Un chofer y su ayudante, en la ruta La Base-Caleta, fueron acribillados a la luz del día. Minutos más tarde se reportó una balacera en Caleta. Horas después una taxista fue bajado de su auto y los criminales incendiaron la unidad.

Al día siguiente, madrugada del martes 7 de septiembre, un hombre apareció atado de manos y torturado en la autopista La Venta. Tres horas más tarde un hombre fue decapitado y arrojado frente a un Oxxo. No acababa de entrar la mañana cuando otro hombre más, con las manos atadas, fue ejecutado a tiros en la cabeza.

El primer año de Abelina López, que es también el primer año de Evelyn Salgado ha estado marcado por una ola de ejecuciones, secuestros, extorsiones, cobros de piso y quema de negocios.

El 18 de septiembre pasado asesinaron a dos mujeres en La Mica. La policía las encontró abrazadas, tendidas en el piso. Había un bebé de siete meses herido a su lado.

La escolta de la directora de la Policía Auxiliar, Esther Ávila, también fue ejecutada.

En marzo, mes en que se registraron 35 ejecuciones en el puerto, dejaron una cabeza humana en el cofre de un taxi. Dejaron también una cartulina: “La plaza tiene dueño”.
Y todo indica que eso es cierto.

Acribillados a las puertas de los bares. Hallados en la cajuela de taxis. Casas con cuerpos que se queman. Extorsiones a transportistas, empresarios, comerciantes y prestadores de servicios.

La misma alcaldesa que culpó de la violencia a “el calor”, ha declarado que es hora de amar a Acapulco. Mientras tanto, un sujeto que firma sus cartulinas como El Comandante 18 deja cinco cuerpos apilados en el interior de un Nissan blanco:

“La plaza tiene dueño”.

Más de 150 muertos en el primer cuatrimestre. Una cifra similar en el segundo.

Hace pocos meses, policías comunitarios al mando de José QuinteroEl Pelo Chino, sobrino de Rafael Caro Quintero y ligado al grupo criminal de Los Rusos –según revelan documentos hackeados a la Sedena por el colectivo Guacamaya–, realizaron 18 bloqueos en las calles principales del puerto. Exigían que el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y la Policía Estatal salieran del puerto.

Comerciantes y transportistas que no quisieron sumarse al narcobloqueo fueron asesinados.

El 19 de febrero, en una sola noche, 50 locales del Tianguis Campesino fueron incendiados. Sus propietarios se habían negado a bloquear calles de Acapulco por órdenes de los grupos criminales.

Cuatro meses más tarde otros locales de la Central de Abastos fueron quemados por desconocidos.

Los dueños del puerto son los criminales. De la misma manera en que el líder de la Familia Michoacana vivía a todo lujo en Totolapan, Guerrero, a unos metros del Palacio Municipal, los grupos criminales se mueven por el puerto con protección oficial, según denuncian empresarios, mientras “la gente de trabajo pierde todo y es asesinada: mientras Acapulco se desangra”.
Cien comercios ya no están. Los volvieron cenizas.

Y desde luego, nadie ve nada, nadie oye nada, nadie sabe nada.

El Universal