El laboratorio Coahuila

Jorge Fernández Menéndez

Morena decidió impulsar la candidatura del senador Armando Guadiana en Coahuila, a partir de encuestas que dejaron en una lejana tercera posición al subsecretario de Seguridad Ciudadana, Ricardo Mejía Berdeja. En segundo lugar, quedó el expanista Fernando Salazar. Pero la novedad no es ésa, porque las encuestas previas ya mostraban que el senador Guadiana era, en Coahuila, mucho más conocido que el subsecretario Mejía, sino que éste desconoció el resultado de las encuestas de Morena alegando que habían estado “amañadas” e incluso dejando trascender, vía personajes cercanos, que estaría considerando una candidatura vía el Partido Verde y el PT o en alianza entre ambos.

Mejía Berdeja, que ha tenido toda la exposición posible gracias al presidente López Obrador, que le dio por lo menos un día a la semana para hablar de temas de seguridad en la mañanera, y al que el propio mandatario alabó en varias ocasiones, no es un hombre conocido en Coahuila, ya que, más allá de su desempeño (importante y eficiente) en el Ejecutivo federal, no ha hecho su carrera en el estado (antes de esta administración había sido funcionario y diputado federal por Movimiento Ciudadano en Guerrero, fue militante del PRI, del PRD y de MC, sólo fue diputado local en la entidad) y, en términos de popularidad, no podía competir ni con Guadiana ni con Salazar, dos candidatos locales.

En ese sentido, si las encuestas resultan reales, siempre ganará el más conocido; si además esas encuestas se levantan sin que medie antes de ellas un debate, una confrontación abierta ante los electores donde se pueda comparar a los aspirantes, los resultados pueden ser previsibles: ganará el más conocido. No es ningún secreto decir que para ser un buen gobernante primero hay que ser un buen candidato: son innumerables los casos en nuestro país de personajes que podrían haber sido buenos gobernadores o incluso presidentes, pero que como candidatos, sencillamente, no podían ganar.

Si esto es así, si en Morena se desconocen las encuestas levantadas por la propia dirigencia nacional del partido en un estado, si se las acusa de amañadas e incluso se amenaza con romper y competir por otros partidos, si eso ocurre, además, con el aspirante que, evidentemente, contaba con la simpatía del presidente López Obrador, ¿quién puede garantizar que en el proceso de sucesión para la Presidencia de la República no sucederá algo similar?

Es evidente que en las simpatías presidenciales están adelantados Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, como creo que en conocimiento a nivel nacional Marcelo Ebrard debe tener más puntos, sobre todo fuera de Morena, y Ricardo Monreal, con décadas de carrera, debe tener un nivel de conocimiento que no es nada despreciable. Pero, además, si en el propio círculo presidencial alguno de sus integrantes, cuando no es beneficiado por las encuestas, declara que éstas han sido “amañadas”, ¿qué seguridad pueden tener los ahora aspirantes para el 2024, que no lo estarán las que se utilicen para decidir esa candidatura?

Incluso, eso le daría la razón a Ebrard, cuando pide debates abiertos y renuncias a cargos públicos mucho antes de levantar esas encuestas, y al propio Monreal que, además de apoyar esas dos demandas de Ebrard, dice que la decisión se debe tomar por medio de una elección abierta, porque desconfía de la verosimilitud de las encuestas, sobre todo después de que asegura que fueron manipuladas las de 2018 que le quitaron la postulación de la CDMX para que la candidata fuera Claudia Sheinbaum.

Quién sabe al final qué sucederá en Coahuila, de lo que no cabe duda es que en un estado donde el PRI tiene una estructura fuerte, con un gobernador, Miguel Riquelme, que no abandonará a su suerte a su partido, con un candidato competitivo como Manolo Jiménez, las cosas para Morena no pintan bien, sobre todo si se confirma la ruptura de Mejía Berdeja, a lo que se suma que las simpatías presidenciales, evidentemente, no están con el senador Guadiana, a pesar de que éste tiene muchos años acompañando a López Obrador. Lo que sucede es que ahora, desde Palacio Nacional, a Guadiana lo ven como mucho más cercano a Monreal, y eso tiene un costo.

Pero lo cierto es que el laboratorio coahuilense sirve para exhibir todas las dificultades que debe superar un proceso de selección tan controlado, a la antigüita, al estilo del viejo PRI, como el que se desarrolla en Morena, donde, como terminó ocurriendo muchas veces en el tricolor, de las divisiones y disidencias (de ahí viene López Obrador) surgen sus más duras oposiciones.

PLAN B

Por cierto, una de las consecuencias indeseadas del plan B electoral no es sólo que si se aprueba tal cual salió de la Cámara Diputados, tendrá que ser considerado inconstitucional en muchos capítulos (lo que lo contaminará, más allá de que así sea declarado el día de mañana por la SCJN todo el proceso a los comicios de 2024), sino también que podría convencer a partidos pequeños, como el Verde o el PT, que no pueden ir en alianza completa con Morena porque correrían el peligro de perder sus registros, así le ocurrió al PES y estuvo a punto de ocurrirle al PT en 2021. En algunos estados, como en Chiapas, partidos como el Verde tienen más posibilidades solos que en alianza, como ya sucedió, por ejemplo, en San Luis Potosí.

Una demostración más de que la contrarreforma electoral presidencial es improvisada, hecha sobre las rodillas para complacer afanes de coyuntura y no con una verdadera visión global de largo plazo. Si sale adelante, lo único cierto será la inestabilidad permanente del sistema.

Excélsior