Federico Reyes Heroles
- Una coalición deberá rescatar las buenas formas, tanto al interior del país como en la comunidad internacional.
La frase es muy común: “la mejor manera de predecir el futuro es creándolo”. La oposición está ante esa gran oportunidad: crear un mejor futuro para México.
Muchos dudan de la viabilidad, ¿en coalición, pero con tantas diferencias ideológicas? ¿Podrán elaborar en conjunto un programa de gobierno? Por desgracia, algo así es, cada día, más sencillo. Ante las amenazas, diatribas, insultos y ofensas que a diario disparan desde el poder, la oposición lo único que necesita es refrendar un lenguaje respetuoso y de conciliación. La polarización fue muy potente, los llevó al poder. Pero ahora las cifras muestran su agotamiento. El voto duro de Morena podría ser menor a 30%. Los desilusionados, e incluso apenados, que los apoyaron se multiplican. Para salir del maniqueo esquema de ricos vs. pobres, sólo tienen que mirar de nuevo a las omnipresentes clases medias. En lo material, pero sobre todo subjetivamente (autocalificación), la gran mayoría, alrededor de 85%, se identifica como clase media.
Un gobierno que las ha condenado moralmente –“aspiracionistas”– es muy vulnerable. Retomar el sentido común, ofrecer educación, empleo, vivienda y mejoría, no requiere de Einstein. En los últimos años, millones de familias han retrocedido en su calidad de vida. Un gobierno de coalición debería impulsar criterios profesionales en educación, existían. Hay grandes especialistas. Había fallas, pero ahora es un territorio devastado. Una coalición debería plantear –como medida de emergencia– el abastecimiento cabal de medicinas, que es una abominable creación de la 4T. Lo mismo con el cuadro de vacunación básica, que obtuvo reconocimientos internacionales. Hoy del exterior se avisa del vergonzoso retorno de enfermedades prevenibles. No necesitamos a Pasteur.
La coalición debería declarar un apoyo total a las energías limpias, México es un privilegiado. Con ello, muchas inversiones de la relocalización fluirían a México. Ejemplos hay y muchos. Se obtendrían tres beneficios con una sola acción: inversiones, competitividad internacional y salud. Quemar combustóleo envenena. Lo verde es, además, popular. La coalición deberá hacer gala del respeto a la ley, esto en el contexto de mofa y ofensa sistemáticas desde el poder. Las corcholatas, son piratas, la violan todos los días. Con un firme y respetuoso apoyo al Poder Judicial, defendiendo la división de poderes, quedarían situados del lado correcto de la historia. No necesitan a Montesquieu. Una coalición debería reconocer los casos exitosos de combate a la inseguridad en varias entidades, Yucatán, Chihuahua, Coahuila, CDMX. Fortalecer a las policías municipales y estatales e impulsar el impuesto predial para financiarlas. Esa podría ser su gran reforma fiscal, con gran impacto local. Keynes sobra.
La certidumbre jurídica nace de la seriedad, que sean serios, sin payasadas; no amenazar, no perseguir con fantasmas como que las refresqueras y las cerveceras se acaban el agua, no farolear. Ése es, en sí, un rumbo de gobierno. Llamar a los especialistas, hoy despreciados, para fortalecer burocracias eficaces, aunque ganen más que el Presidente. No son marcianos, andan por aquí, y muchos estarían gustosos de entrar al servicio público, pero en condiciones de mercado. No molesten a Weber.
Una coalición deberá rescatar las buenas formas, tanto al interior del país como en la comunidad internacional, ésas que, a decir de Maquiavelo, facilitan el camino. Una coalición deberá fomentar la inversión pública, verdadera inversión, llevarla por arriba de 25% del PIB, en el mundo, la mayor porción proviene del sector privado. Con ello, México crecería más. No necesitan molestar a Adam Smith, está muy ocupado.
Acciones concretas que están más allá de las ideologías. La fórmula de selección es interesante y atractiva. Ante el desastre de la 4T, ser el más fiel al líder es suicida y degradante.
El territorio para la coalición es vasto. Conquístenlo.
No está difícil.




